Las críticas de Laura Zurita:
La historia de Souleymane
Mientras pedalea por las calles de París para repartir comidas, Souleymane repite su historia. En dos días tiene que pasar la entrevista de solicitud de asilo, la clave para obtener papeles. Pero Souleymane no está preparado.
La historia de Souleymane está dirigida por Boris Lojkine, quien también coescribe el guion junto a Delphine Agut. Está protagonizada por Abou Sangaré, Nina Meurisse, Younoussa Diallo, Amadou Bah, Emmanuel Yovanie, Keita Diallo, Ghislain Mahan, Mamadou Barry, Yaya Diallo, Karim Bouziane, Sory Binta Barry, Thierno Sadou Barry y Nagnouman Touré. La película se estrena en España el 30 de abril de 2025 de la mano de La Aventura Audiovisual.
Puesta en escena política
En La historia de Souleymane, el cineasta Boris Lojkine nos enfrenta con una experiencia íntima de la experiencia migratoria contemporánea. La película es profundamente política, ya que el cineasta toma partido sin necesidad de palabras, sino a través de una puesta en escena muy estudiada, a la vez minimalista y emocionalmente impactante.
La película muestra las demandas que se han cristalizado en protocolos dentro de los sistemas de asilo en Europa, y las estrategias que los inmigrantes adoptan para enfrentarlas como solicitantes legítimos. Ese es el caso de Souleymane, un joven guineano que vive en Francia como solicitante de asilo. El joven recurre a la estrategia de construir un relato que se ajuste a lo que el sistema espera escuchar. A través de algunas conversaciones telefónicas con personas de su entorno, se nos describe su vida anterior, lo que deja atrás y sus razones para viajar. El director toma distancia, dejando que sea el espectador quien decida si esas razones justifican el largo viaje y sus peligros.
El director quiere establecer una comunicación emocional con el espectador y presentarle una realidad desconocida para muchos. La historia de Souleymane servir como una voz relevante en el debate sobre la inmigración, donde abundan los mitos y los desconocimientos. Es una voz parcial, porque claramente el director está del lado de Souleymane, física y emocionalmente, pero lo que presenta es una de las realidades posibles del debate: una realidad punzante y poderosa.
Esta película se relaciona con una serie de obras que siguen a los inmigrantes desde sus pueblos de origen hasta su destino en Europa: Mediterraneao (Jonas Carpignano, 2015), Yo, capitán (Matteo Garrone, 2023) y El salto (Benito Zambrano, 2024) los siguen hasta su llegada a España; La reciente La isla de los faisanes (Javier Rebollo, 2025) los muestra cruzando las barreras de forma ilegal en Europa. La historia de Souleymane, al fin, es testigo del último paso hasta alcanzar la estabilidad en su destino final, en este caso, un inmigrante de un país francófono en París.
En La historia de Souleymane encontramos redes de intercambio de conocimiento entre inmigrantes. Se informan sobre los requisitos del sistema de asilo, comparten consejos para sortearlos, existen sistemas para conseguir trabajos ilegales y, entre algunos, redes de apoyo. Souleymane tiene recursos: sabe cómo encontrar sitios donde alimentarse y dormir, sabe navegar entre las estructuras de precariedad, y solo espera su momento para recibir la resolución de su solicitud de asilo.
La cámara sigue muy de cerca a Souleymane, forzando la identificación con él y con su vida, solitaria y triste. En esa vida, casi nada le pertenece: todo está prestado, como si estuviera de paso por una ciudad que lo engulle más que acogerlo. Esta elección se refuerza por la atmósfera impersonal y cerrada de los espacios en los que se mueve La historia de Souleymane: oficinas de la administración, centros de acogida, salas de espera. Incluso los exteriores de París aparecen como un escenario hostil y agobiante, una verdadera prisión en movimiento.
Esa manera de dirigir la cámara en La historia de Souleymane nos transmite el estrés del hombre, mientras recorre una París triste fría y gris, que hace de su vida algo durísimo y peligroso, una existencia continuamente al límite. La fotografía naturalista y la ausencia de banda sonora refuerzan la sensación de crudeza y realismo, de sufrir la vida de Souleymane al lado de él.
Final inteligente
La historia de Souleymane es, en cierto modo, circular. Se inicia con el joven preparándose para enfrentarse a su entrevista de asilo, cuyo desarrollo presenciaremos en la tercera, y estupenda, parte de la película. Esa entrevista, cuando finalmente llega, es un momento de gran tensión, en el que Souleymane debe encarnar a un hombre sufriente y perseguido para despertar compasión y ajustarse a las connotaciones tan humanas y cuidadoras que encierra la palabra “asilo”. Esa imagen es paradójica, porque La historia de Souleymane ha apostado por visibilizar lo invisible, lo desconocido, aquello sobre lo que a menudo se opina sin conocimiento. Souleymane es en realidad un agente de su propia vida, que maneja las herramientas que conoce para lograr sus fines, y al que el sistema no se lo pone fácil.
Este último acto está dirigido con sobriedad, pero también con cercanía, sin maniqueísmos y nos lleva a un gran final. El cierre de La historia de Souleymane es inteligente y abierto, al mismo tiempo que deja claro que la historia que cuenta ya ha terminado.
La historia de Souleymane se nutre del trabajo de actores no profesionales, muy cercanos a las historias que vemos en pantalla. Destaca especialmente la interpretación de Abou Sangaré en el papel protagonista. Sangaré dota a su personaje de una humanidad sobria, casi impenetrable, que se vuelve aún más elocuente en sus silencios y gestos contenidos. El actor actúa con más corazón que técnica, y a través de su apariencia introvertida, casi hermética, vemos una tensión continua y un estrés constante que impregnan su vida. En su actuación se vislumbra una interioridad compleja, atravesada por el miedo, la memoria traumática y una esperanza precaria.
En resumen, La historia de Souleymane es un ejercicio de cine político y emocional que apuesta por visibilizar lo invisible. Con una cámara cercana, una puesta en escena sobria y una actuación contenida, la película humaniza la experiencia migratoria sin caer en el didactismo, logrando una poderosa reflexión sobre dignidad, precariedad y voluntad de resistencia.
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