viernes, febrero 7, 2025

Crítica de ’El conde de Montecristo’: Extraordinaria nueva versión del clásico de Alejandro Dumas

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
El conde de Montecristo

Entre las muchas cuestiones admirables del cine francés, una de las que siempre me ha despertado una sana envidia es el respeto y cariño con que tratan a sus clásicos literarios. La gran mayoría de las grandes obras de la literatura francesa han sido llevadas al cine, muchas de ellas varias veces, con exquisito mimo y sin reparar en gastos de producción.

Todo esto puede aplicarse al caso que nos ocupa, la enésima adaptación de El Conde de Montecristo, la célebre novela de un Alejandro Dumas al que el cine francés ha puesto de actualidad revisitando también Los tres mosqueteros con dos películas estrenadas recientemente: Los tres mosqueteros: D’Artagnan y Los tres mosqueteros: Milady, ambas protagonizadas por Eva Green, François Civil y Vincent Cassel, dirigidas por Martin Bourboulon y adaptadas a guion cinematográfico (y aquí viene el nexo de unión) por Mathieu Delaporte y Alexandre de la Patellière, a la sazón guionistas y directores de esta nueva versión de El conde de Montecristo.

La carrera de Delaporte y de la Patellière ha discurrido de la mano desde que en 2005 se iniciaran como guionistas y, en 2010, escribieran su primera obra de teatro juntos, la exitosa El nombre, cuya adaptación cinematográfica, dos años después, sería también el debut de ambos como directores de cine. Después vinieron otras tres obras de teatro, su segunda película como directores, Lo mejor está por llegar (2019) y varios guiones más hasta llegar a El conde de Montecristo, su tercera película, una superproducción que, en tres horas vibrantes de las que no sobra un minuto, adapta una novela cuyas más de mil trescientas páginas podrían (a priori) hacerla más adecuada para una serie de televisión que para una obra cinematográfica.

Y es ahí, precisamente en la adaptación, donde radica el primer acierto de esta película. Delaporte y de la Patellière escriben un guion en el que apenas hay lugar para lo contemplativo, el relato se centra en los personajes, en lo que les ocurre, y en como esto desencadena sus pulsiones y motivaciones para que todo tenga sentido.

La trama es universalmente conocida, El conde de Montecristo es la historia de Edmundo Dantés (Pierre Niney), un marino de prometedor futuro que el día de su boda con su amada Mercedes (Anaïs Demoustier) es acusado falsamente de ser un agente de Napoléon por su rival Danglars (Patrick Mille), detenido y traicionado por su amigo Fernando de Morcerf (Bastian Bouillon) y por el corrupto fiscal Villefort (Laurent Lafitte). Condenado a permanecer encerrado de por vida en una mazmorra en la isla de If, Edmundo Dantés conoce allí al Abate Faria (Pierfrancesco Favino), último heredero de los Montecristo, que le ayudará a escapar catorce años después… a partir de aquí, no conviene contar mucho a quien no haya leído la novela o conozca la historia por haber visto alguna de las versiones anteriores.

Y precisamente para estos, esta versión me parece una inmejorable ocasión para que niños (un poco creciditos) y jóvenes se acerquen a esta historia universal de la literatura que, en realidad, puede verse como una película de aventuras con héroes, antihéroes y villanos, amor y desamor, lealtad y traición, celos, envidias, secretos, amantes y venganza. El espectador se encontrará con secuencias navales y carcelarias, persecuciones, peleas de espadas y duelos a pistola, filmadas de forma efectista pero muy efectiva por el dúo Delaporte-de la Patellière y puntuadas por la omnipresente (y excelente) banda sonora de Jérome Rebotier. Una partitura clásica que acompaña con el mismo acierto las secuencias de acción (algunas a ritmo de thriller) que los momentos más intimistas, que también los hay.

Con El Conde de Montecristo, nos encontramos ante uno de esos (raros) casos en los que el metraje está justificado y a pesar de que las tres horas pueden dar cierta pereza previa, lo cierto es que no pesan en el espectador. La película arranca con media hora inicial de narración impecable desde 1815 (con Napoleón exiliado en la isla de Elba tras su primera derrota) hasta la detención y condena de Dantés. A partir de ese momento, los diferentes episodios se suceden sin desmayo, con un pulso narrativo impecable, precedidos por unos escuetos rótulos que nos sitúan la acción y nos indican el paso del tiempo.

Pierre Niney suma su nombre con honores a los de Robert Donat, Jorge Mistral, Louis Jourdan, Richard Chamberlain, Gérard Depardieu, Jim Caviezel o Jacques Weber, este último en una versión televisiva que fue dirigida en 1979, curiosidad al canto, por Denys de la Patellière, padre de Alexandre de la Patellière, codirector de la que nos ocupa. Todos ellos interpretaron a Edmundo Dantés, uno de los personajes trágicos más populares de la literatura francesa, junto a Cyrano de Bergerac y al Jean Valjean de Los Miserables.

La interpretación de Niney es hipnótica, tensa, comedida cuando toca y desgarrada cuando corresponde. La química con Anaïs Demoustier (excelente actriz) es incuestionable y el conjunto de interpretaciones en los papeles de reparto es sencillamente portentoso. Como portentosos son la dirección artística, el vestuario, la dirección de fotografía, el montaje y la partitura musical a la que ya nos hemos referido.

En resumen, estamos ante una de esas grandes producciones en las que todo está bien que, de vez en cuando, nos llegan de Francia, país en el que, por cierto, está siendo un absoluto éxito de taquilla. Merecería serlo también en España… a ver si las salas la sostienen las semanas que merece y da tiempo a que funcione el boca a boca.

El conde de Montecristo

9

Puntuación

9.0/10

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