jueves, octubre 10, 2024

Crítica de ‘La librería’: Inofensiva adaptación de la novela de Penélope Fitzgerald

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
La librería
 

A estas alturas de su carrera, Isabel Coixet ya tiene la suficiente madurez cinematográfica y su filmografía la suficiente extensión como para poder establecer clasificaciones entre sus películas. Y para no ahondar demasiado en los diferentes criterios a los que atender para hacerlo, la más evidente consiste en clasificar sus películas (cortometrajes aparte) en tres grandes grupos: los documentales, las películas dirigidas sobre guiones propios (y por tanto las más autorales) y las adaptaciones de novelas a través de guiones escritos por ella misma o por otros guionistas.

Su última película, La librería, que se estrena esta semana en España tras su reciente paso por la Seminci de Valladolid, pertenece a este tercer grupo; basada en la novela homónima de Penélope Fitzgerald a través de un guion escrito por la propia Coixet, La librería nos cuenta la historia de Florence Green (Emily Mortimer), una joven tenaz que tras enviudar decide asentarse en su pueblo, Hardborough, para abrir una librería en una vieja casa abandonada para la que los poderes fácticos del pueblo (la cacique Violet Gamart interpretada por Patricia Clarkson) tiene pensada otra finalidad. En este empeño, Florence encontrará aliados y enemigos que pondrán a prueba su tenacidad y su resistencia al desaliento. Entre los aliados figura el culto y enigmático Mr. Brundish (Bill Nighy) y una niña un tanto resabiada (Honor Kneafsey) de nombre Christine que trabajará para ella después del colegio.

Con estos mimbres literarios, Coixet propone una película agradable de ver con un brillante envoltorio en lo que a producción se refiere: las localizaciones son evocadoras, la recreación histórica de la Inglaterra rural de 1959 más que acertada y la dirección artística y la fotografía de Jean-Claude Larrieu encajan a la perfección con una realización absolutamente académica por parte de la directora barcelonesa, y aquí es donde radica precisamente la razón de que comenzase este escrito tratando de esbozar una gruesa clasificación de sus películas en función de su grado de autoría; y es que no hay apenas señales en La librería que nos permitan identificarla como una película de Isabel Coixet. Si nos dicen que la ha dirigido un anónimo realizador de series de televisión de la BBC podríamos creerlo a pies juntillas tanto como si nos dicen que la ha dirigido alguien tan impersonal como Ron Howard. Y esto resulta chocante cuando escuchando a la propia Coixet, ella asegura que nunca se ha identificado tanto con un personaje como con la Florence Green de La librería. Como esto es un sentimiento personal de ella, no tenemos absolutamente nada que discutir, pero no vemos en Florence Green huella alguna del mundo personal de Isabel Coixet que la distinguió en sus obras más personales como Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras.

El caso es que La librería deviene en un film con una puesta en escena demasiado envarada donde no todos los actores parecen sentirse cómodos con sus papeles, de hecho solo Bill Nighy parece disfrutar de su personaje al cual aporta su incuestionable porte, su magnífica dicción y su admirable tono interpretativo a medio camino entre la indolencia y el sarcasmo. Algunas de sus sentencias son sencillamente geniales como cuando asegura que todos los habitantes de Hardborough deberían leer “Lolita” de Vladimir Nabokov aunque afortunadamente no la entenderían. En cuanto el personaje de Nighy comienza a cobrar protagonismo, allá por el primer tercio del metraje, la película levanta el vuelo insuflada por el talento del carismático actor británico.

Patricia Clarkson sencillamente tira de oficio para resolver un personaje un tanto arquetípico y en cuanto a Emily Mortimer, la auténtica protagonista de la película, me ocurre con ella lo mismo que me ocurre cada vez que la veo, me parece una de esas actrices a las que siempre les sobra un gesto, un mohín, un movimiento de brazos. Tres años después de haber visto la fantástica y nunca suficientemente valorada serie The Newsroom, todavía no consigo decidir si me gusta su personaje, si me cae bien, y si me convence su forma de interpretarlo. En La librería tiene un tono general más que aceptable pero en cuanto la exigencia dramática aumenta (algunos momentos del final de la película que no conviene contar), el papel se le va de las manos y nunca mejor dicho porque son las manos precisamente las que utiliza mucho más de lo conveniente.

La librería es, en conclusión, una película inofensiva, dudo que haya algún espectador al que disguste con la misma convicción con la que dudo que haya alguno al que entusiasme. Es la clásica película bonita, agradable de ver y fácil de olvidar. Recomendable para pasar un buen rato. Nada más (y nada menos).

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