Denzel Washington es uno de esos actores que un día decide ponerse a dirigir. Mel Gibson, Clint Eastwood o Raúl Arévalo son ejemplos de intérpretes que han salido muy bien parados de la aventura y han llamado la atención por su labor, pero Denzel, sin ser un mal director, nunca ha despegado en esta parcela artística. Con Fences tampoco lo hará, pero sin duda llamará la atención por la habilidad que tiene para dirigir actores. Si la película se sostiene, además de por tener una historia sólida, es gracias a los intérpretes, al mimo y dedicación que dedican al descorchar los personajes hasta llegar al tuétano.
Fences es la adaptación al cine de la obra de teatro homónima de August Wilson, el cual firma el guión. En él se narra la historia de Troy, un afroamericano en lucha frente a las desigualdades raciales en los años cincuenta. Lo que empieza como una especie de panfleto pro-afroamericano se va convirtiendo en una historia íntima, cruda y bella de un hombre que debe enfrentarse a si mismo, a conflictos cotidianos con los que cualquiera puede verse reflejado, pero vistos desde la particular óptica del personaje principal.
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