martes, abril 23, 2024

Centenario Fernando Fernán Gómez: Crítica de ‘Mambrú se fue a la guerra‘ (1986)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Mambrú se fue a la guerra

En 2011, Manuel H. Martín filmó el documental 30 años de oscuridad sobre uno de los topos de la posguerra, esos hombres que, terminada la guerra civil española, tuvieron que esconderse en sus propias casas, a menudo en huecos abiertos tras armarios o en pequeños sótanos excavados a modo de madrigueras, para evitar la persecución y represión franquista tras el fin de la contienda. Este documental sirvió de germen para que ocho años después Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga filmasen, ya en el terreno de la ficción (aunque basada en hechos reales), La trinchera infinita, una conmovedora historia protagonizada por Antonio de la Torre y Belén Cuesta sobre una pareja de recién casados que, para evitar tener que separarse, vivieron durante más de treinta años con él oculto en un pequeño escondite cavado en su propia casa.

El tema no era del todo novedoso en el cine español, ya en 1986 Fernando Fernán Gómez se había basado en estos hombres topo para dirigir Mambrú se fue a la guerra con un guion escrito por Pedro Beltrán. Pero, a diferencia de los ejemplos anteriormente citados, Beltrán no se ocupó de los años de cautiverio sino de la vida después.

Emiliano (Fernando Fernán Gómez) se ha pasado más de treinta años escondido en una cueva construida bajo el lavadero del patio de su casa con la única complicidad de su mujer (María Asquerino) que durante todos estos años ha ocultado la circunstancia al resto de habitantes de la casa: su hija (Emma Cohen), su yerno (Agustín González) y sus nietos Manolín y Juanita (Jorge Sanz y Nuria Gallardo). Tras la muerte de Franco en 1975, llega la tan ansiada libertad y Emiliano sale de su escondite para alborozo de sus familiares hasta que, en una incipiente transición a la democracia, se aprueba la pensión de viudedad para las viudas de los republicanos muertos durante la guerra. Es entonces cuando la familia tomará conciencia de que si se hace público que Emiliano está vivo, ellos no cobrarán la ansiada pensión con la que salir de las estrecheces y permitirse la televisión en color, el aspirador y todos los demás pequeños lujos de una balbuceante modernidad.

Semejante argumento, que daría para un dramón considerable, es escrito por Beltrán y filmado por Fernán Gómez con los tonos y registros del esperpento para retratar a una España egoísta y cainita. Los personajes están sacados de quicio con interpretaciones que rozan la astracanada, especialmente en los casos de una voluble Emma Cohen dando vida a un personaje que cambia de opinión continuamente y se comunica chillando y de un Agustín González en el que sus tics interpretativos son todavía más excesivos de lo habitual. Son personajes que viven presa de unos miedos (a la pobreza, a las deudas, al qué dirán) con los que justifican sus bajas pulsiones y una necedad de la que, de vez en cuando, son conscientes.

Esta descarnada representación de una generación marcada a fuego por la guerra y la posguerra es tan cruda en el fondo como estrambótica en las formas. La mirada de Fernán Gómez no deja lugar a la compasión, sus personajes son crueles, materialistas y cínicos y en ellos se apoya para deslizar una soterrada crítica a la sociedad de consumo que en los años de la filmación de la película (mediados de los ochenta) ya vivía fascinada por un embrionario estado del bienestar. Mambrú se fue a la guerra es, en resumidas cuentas, la crónica de la derrota del idealismo frente a la practicidad.

Acaso, en aquel momento, la esperanza la situasen guionista y director en la siguiente generación, en la de Manolín que le espeta a Emiliano “yo no tengo nada que ver con su guerra, abuelo”, “¡vaya mierda de guerra!” o Juanita que se ennovia con el nieto del alcalde sin importarle la diferencia de color político entre ambos abuelos. Una esperanza que el paso del tiempo ha demostrado vana cuando, más de ocho décadas después del fin de la guerra, generaciones hijas y nietas de la transición, que ni vivieron la guerra ni la posguerra, siguen empeñadas en mantener dos Españas irreconciliables que se gritan desde los cada vez más extremos polos del arco político.

A pesar de las más que notables intenciones, el resultado fue fallido, Mambrú se fue a la guerra no termina de decantarse por ninguno de los géneros entre los cuales se mueve, lo cual no es necesariamente un defecto a menos que, como es el caso, no se consigan armonizar los personajes con las vías narrativas abiertas por el guion.

Fernando Fernán Gómez recibió el Goya al mejor actor en la primera edición de los premios de la academia española en un año, 1986, en el que también se alzó con los premios a mejor director y película pero por el otro film que estrenó casi simultáneamente, El viaje a ninguna parte, del cual nos ocuparemos próximamente.


Mambrú se fue a la guerra está disponible para sus suscriptores en la plataforma FlixOlé. En cuanto al formato físico, fue editada en DVD por primera vez por Suevia Films con el sello de TVE. Actualmente existe en el mercado una versión más actual, en DVD y Bluray editada por Divisa con el sello Mercury Films.


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