viernes, marzo 29, 2024

Centenario Fernando Fernán Gómez: Crítica de ‘Manicomio‘ (1954)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Manicomio

Cuando en 1954, a sus treinta y tres años, Fernando Fernán Gómez decidió iniciarse en la dirección de cine llevaba ya más de cuarenta películas películas como actor desde el inicio de su carrera en Cristina Guzmán (Gonzalo Delgrás, 1943). Dirigió su ópera prima, Manicomio, en régimen de codirección con su amigo Luis María Delgado, alguien que tras realizar la notable Diferente (1961) terminaría especializándose en comedias de baja calidad y películas infantiles completando una pobre filmografía con títulos de tan poco fuste como Guapo heredero busca esposa (1972), Un curita cañón (1974), Pepito Piscinas (1978) o Chispita y sus gorilas (1982).

Manicomio es una película atípica desde su propia concepción mediante un guion escrito por el propio Fernán Gómez y Francisco Tomás Comes. Ambos plantean una historia un tanto rocambolesca con un personaje eje que sirve como narrador e hilo conductor de un relato para el cual adaptan cuatro cuentos cortos de autores tan dispares como Edgar Allan Poe («El sistema del doctor Alquitrán y el profesor Pluma»), Ramón Gómez de la Serna («La mona de imitación»), Aleksandr Ivanoich Kuprin («Una equivocación») y Leonidas Andreiev («El médico loco»). El primero de ellos sirve para estructurar la película en su conjunto y los otros tres para concebir tres pequeñas anécdotas que, a modo de cortometrajes insertos en el largometraje, componen el armazón narrativo del film.

En su diversidad de fuentes literarias, Manicomio adquiere también diversos matices genéricos en su viaje a materia cinematográfica. Podría decirse que conviven con cierto acomodo pasajes románticos y fragmentos de thriller salpicados, casi continuamente, con toques de sainete y vodevil. El tema central plantea, de un modo desenfadado los, a menudo imprecisos, límites entre la cordura y la locura sin profundizar demasiado en disquisiciones médicas o científicas que hayan de tenerse en cuenta.

El citado personaje eje, desdoblado en protagonista y narrador, no es otro que Fernando Fernán Gómez que interpreta a Carlos, un joven un tanto bobalicón que viaja a un manicomio para reunirse con su novia Juana Vélez (María Rivas), una eminente psiquiatra que allí trabaja. Una vez en el centro sanitario, hasta encontrarse con ella, irá conociendo a una serie de personajes que le irán contando las sucesivas historias (basadas en los citados cuentos de referencia) que dan a la película su carácter episódico. El conjunto es un film un tanto deslavazado en el que se van adivinando ciertas intenciones que sólo cobran total sentido en sus minutos finales. Fernán Gómez comienza ya en esta película con el recurso de romper la cuarta pared y, mirando directamente a cámara, subrayar su papel de narrador encarando al espectador para introducirlo en el contexto espaciotemporal y presentar brevemente a los personajes. Recurso este, emparentado con los apartes teatrales, que utilizará muy a menudo en sus películas posteriores.

Filmada con un escueto presupuesto, la dirección artística de Eduardo Torre de la Fuente aprovechó unos decorados originalmente pensados para otra película (que se desarrollaba en un aeropuerto) y concibió un manicomio de formas geométricas marcadas, ángulos y diagonales un tanto violentas y una escalera inclinada a la que la realización saca partido en un par de secuencias con una iluminación que confiere al conjunto una estética sugerentemente expresionista.

En cuanto al reparto, además de los citados Fernán Gómez y María Rivas como pareja central (que no protagonista) del relato, encontramos a unos jovencísimos Antonio Vico, Elvira Quintillá, Julio Peña, Vicente Parra, María Asquerino o Manuel Alexandre mucho antes de alcanzar la notoriedad que tendrían años después. Particularmente curiosa es la aparición del gran escritor Camilo José Cela, amigo y compañero de Fernán Gómez en las tertulias del madrileño Café Gijón, interpretando a un loco que se cree un asno subido a una mesa. Cuarenta y cinco años después sería galardonado con el Premio Nobel de Literatura.


Manicomio, película olvidada durante décadas, ha sido digitalizada recientemente por la Filmoteca Española con motivo del centenario de Fernando Fernán Gómez y una copia de dicha digitalización fue presentada, como homenaje al director, en la sección Klasikoak de la 69 edición del Festival de San Sebastián celebrada el pasado mes de septiembre. Ojalá alguna de las empresas que se dedican al formato físico en nuestro país se anime a editarla en DVD y Bluray y la ponga a disposición de los amantes del cine o, en su defecto, alguna cadena de televisión la emita o la incluya en su catálogo de largometrajes.


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