(A Classic Horror Story)
Un paseo por el cine de terror que nos lleva del slasher al folk horror
La sangre sabe mejor escuchando a cantautores italianos
Lo mejor que tiene La clásica historia de terror es el espectacular trabajo realizado con la imagen y el sonido. La fotografía de Emanuele Pasquet (SKAM Italia, La maldición de Lake Manor) saca partido a la repetición visual de planos míticos de la historia del cine de terror. A través de la saturación cromática de los tonos rojizos y azulados de la iluminación se amplifica la sensación de irrealidad inherente al género. Es una manera que tiene la ficción para hacernos soportar algunas de las situaciones más brutales y sanguinolentas. No se escatima en escenas con contenido gore, aunque muchas veces se usa el fuera de campo para evitar recrearse en el morbo y que una parte del público huya despavorida. El estudio de cómo las personas nos acercamos a la violencia es otro factor clave para entender la dirección que toma la película en su tramo final.
La banda sonora está creada por Masssimiliano Mechelli. Emplea con inteligencia la percusión y las cuerdas en su composición para lograr una experiencia ritual con clara inspiración en la propia banda sonora de algunas de las películas reseñadas. Resulta muy curiosa la inclusión de varios temas de cantautores italianos como Gino Paoli o Sergio Endrigo para configurar un paralelismo entre la mitología demoníaca que veneran los cultos secretos con la leyenda de Osso, Mastrosso y Carcagnosso, los fundadores de la Cosa Nostra, la ‘Ndrangheta y la Camorra. Aquí es dónde el guion empieza a hacer aguas y cuesta reconocer un sentido útil a esa comparación. La película cae por derroteros que se mueven entre lo absurdo y lo surrealista. No puedo negar que también sirve para regalarnos alguna secuencia muy potente en cuanto a lo ambiental o visual (la comida campestre), pero termina siendo más un postureo escenográfico que algo necesario para el desarrollo de una historia con cierta lógica.
Una metaficción sobre la violencia
Pero a La clásica historia de terror aún le queda el triple salto mortal de la media hora final. Si aún no la has visto mejor no sigas leyendo para que luego no digas que te he estropeado la experiencia. La clásica historia adquiere entonces los vicios de la narrativa más pretenciosa y posmoderna del terror elevado actual. Es un cine en los que directores a veces se posicionan por encima del propio género. Aquí se juega en la liga de La cabaña en el bosque (Drew Goddard, 2011), con peores resultados, y se propone un caótico viraje hacia la metaficción. Tienen cabida desde reflexiones sesudas a los guiños más macarrónicos, todo sin solución de continuidad. El discurso final acaba empantanado dando lugar a un extraño viaje por el propio concepto del terror.
Encontraremos una exhortación casi apostólica sobre la morbosa necesidad del ser humano por presenciar violencia, ya sea en el cine o en la vida. De hecho, se quebrantan las fronteras entre ficción y realidad con dos escenas que funcionan a modo de espejo. En una veremos como se busca el realismo en la ficción como método final para contentar a un público necesitado de emociones fuertes. En la otra un hecho real es banalizado mediante la grabación efectuada por personas con sus dispositivos móviles. Los dos lados de la pantalla como caras de una misma moneda. Es una manera de reflexionar sobre nuestra manera de enfrentarnos a la violencia. De todas formas, no podemos tomarnos demasiado en serio los postulados de los directores ya que acto seguido incorporan un par de chistes sobre la crítica cinematográfica y sobre la validez que tienen para ellos las opiniones del público. Se amontonan muchas ideas válidas en un cajón de sastre.
Bloodflix, en busca del morbo gratuito
Ahí se inventan hasta la existencia de Bloodflix. Una plataforma de televisión igualita a Netflix (productora de su película) donde las personas solo buscan carnaza de consumo rápido. ¿Te suena? La clásica historia de terror es un artefacto imperfecto que destaca por su iconografía visual, pero que termina sucumbiendo ante su propio artificio. En un análisis profundo encontraríamos en el guion más agujeros que en un queso gruyère. Aún así, si eres fan del terror, encontrarás suficientes motivos de entretenimiento durante los reconocibles recovecos que ofrece la historia. Lo más clásicos, los más culturetas y los más gamberros.
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