De tal palo, tal astilla
Una divergencia de personalidades muy visual
Possessor Uncut no es una película fácil ni cómoda de ver. Tal vez por eso tenga algunos detractores. Es muy violenta, extraña y desagradable, pero nada demasiado exagerado para los que acostumbran a ver este tipo de cine. También me sorprende leer que hay gente que la encuentra confusa o que no alcanza a comprender la evolución de la segunda parte de la historia. Estamos tan acostumbrados a un cine alimenticio, también en el terror, que cuándo alguien nos obliga a dejar el móvil a un lado y concentrarnos exclusivamente en la pantalla parece un esfuerzo que no somos capaces de hacer.
Una de las mayores virtudes que tiene la puesta en escena de Cronenberg es precisamente hacer entendible algo tan complejo como la divergencia de personalidades que se produce en el cerebro de un huésped que lucha por seguir manteniendo el control de sus actos ante el implante de una conciencia invasora. Y lo logra sin demasiadas palabras ni explicaciones, solo experimentando con las herramientas que le otorga el lenguaje audiovisual. Es ahí dónde el director muestra su madurez creativa y nos regala algunas de las imágenes más subyugantes e inquietantes que encontramos en la película cómo ese rostro desfigurado que ilustra el póster promocional. No son escenas oníricas gratuitas ni desbarres surrealistas, todo ese despliegue pesadillesco tiene un sentido dramático y lo que hacen las imágenes es transmitirte las sensaciones emocionales por las que transitan los personajes.
Una parábola sobre la identidad
Brandon Cronenberg lleva la «Nueva Carne» de papá David a un nuevo ciclo vital más acorde con nuestros tiempos. El Body Horror se fusiona aquí con el miedo existencial y la disforia social. La protagonista, Tasya Vos, trabaja como asesina a sueldo para una corporación secreta. Tras cada uno de sus trabajos es sometida a un control similar al test de empatía para replicantes Voight-Kampff que aparecía en Blade Runner (Ridley Scott, 1982) combinado con el test de auto-evaluación que efectuaba el astronauta de Ad Astra (James Gray, 2019). Todas sus respuestas parecen normales, pero en lo profundo de su mente sabe que algo va mal. La prueba consiste en revisar algunos objetos que le traen recuerdos de su infancia. Uno de ellos es una cajita de cristal donde conserva una mariposa que simboliza el sentimiento de culpa por haberla matado.
Como siempre, la actriz británica Andrea Riseborough está espléndida en todo rol que implique complejidad psicológica. A la asesina le toca enfrentarse a sensaciones contrapuestas en sus últimos trabajos. Por un lado, surge el arrepentimiento por haber convivido dentro del cuerpo y la mente de un huésped al que debe asesinar (la salida de un cuerpo se efectúa suicidándose). Por otro, sufre una grave crisis identitaria que la vincula con su yo más primitivo cómo lugar de escape para la rabia acumulada.
Possessor Uncut contiene una evidente parábola sobre la identidad. Un viaje absorbente por el lado oscuro de la psique humana. Junto a Riseborough encontramos a la siempre turbadora Jennifer Jason Leigh como jefa de la corporación y a un sorprendente Christopher Abbott como el huésped que pone en jaque la supremacía sobre su voluntad de la asesina. Estamos ante un relato de terror y ciencia-ficción violento y sangriento que plasma con un gran sentido del espectáculo visual la lucha interna entre dos conciencias para gobernar un mismo cuerpo y un mismo cerebro.
La atmósfera onírica
El director de fotografía Karim Hussain (Rupture, Seance) crea una atmósfera irreal con muchos efectos de cámara y un tratamiento particular del color. Possessor Uncut es oscura y luminosa al mismo tiempo. Se eliminan contrastes y se opta por escenas con filtros que tiñen de un solo color la pantalla. Discernir entre cada una de sus elecciones visuales es una aventura en sí misma. El trabajo estético y cromático puede recordar en algunos momentos al efectuado por Benjamin Loeb en Mandy (Panos Cosmatos, 2018). Ambas películas comparten una manera alucinada e ilusoria de acercarse al género. No son las únicas que se han estrenado recientemente que optan por ese aspecto visual tan artificioso como bello.
Se utilizaron lentes de los años 70 y se crearon prótesis artesanales para los efectos especiales. En gran parte se renunció a lo digital sin dejar de utilizar herramientas modernas que podían serles útiles durante el proceso. Eso otorga a la película un aspecto cinematográfico cercano al giallo que se hacía en aquella época. La banda sonora de Jim Williams (Crudo, Turistas) resulta envolvente y sensorial. Los instrumentos de cuerda y percusiones buscan imponer una breve melodía por encima de los paisajes sonoros creados con sintetizadores electrónicos. Tanto luz como sonido reflejan con acierto esa confrontación de dos personalidades que se describe en la película.
‘Possessor Uncut’, película de culto
Cronenberg plantea en Possessor Uncut cuestiones identitarias como la necesidad de aprender a convivir con uno mismo, suplantar una identidad para afrontar tus relaciones sociales, la desaparición de la identidad de género u ocultarse en un falso rostro identitario para atreverte a realizar determinadas acciones. Lo qué somos, lo qué queremos ser y lo qué decimos ser. Son cuestiones muy arraigadas a los tiempos actuales, especialmente desde la introducción silenciosa de las nuevas tecnologías en nuestras vidas.
Pero más allá de cuestiones filosóficas y existenciales, hay que decir bien alto que el tramo final de la película contiene algunas de las imágenes más enigmáticas y provocadoras que hemos tenido la oportunidad de ver en el cine de género de los últimos años. Possessor Uncut es cine de terror atemporal y pronto será de culto.
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