W. Eugene Smith y «El baño de Tomoko»
Fotografiar el dolor
El fotógrafo de Minamata es un biopic incompleto porqué solo se centra en los últimos años como fotógrafo de W. Eugene Smith. No pretende hacer un repaso exhaustivo de su vida y obra. Como personaje es un hombre excéntrico, individualista, alcohólico y escéptico que pasa por la vida de puntillas. Convertido en una sombra del que fue, ha perdido la fe en la fotografía y en sí mismo, pero hallará a través de la empatía hacia el dolor ajeno la manera de poder redimirse y reencontrarse con su verdadero yo. Le sobrevendrá la necesidad de tener que revelar al mundo la verdad de lo que sucede a través del objetivo de su cámara, aunque casi le cueste la vida. Es el mismo espíritu que mueve a cualquier reportero de guerra o fotoperiodista.
Es algo que está presente en la película. Cómo los anuncios publicitarios de ropa y perfume han quitado protagonismo a las fotos de denuncia en revistas y periódicos. De cómo el arte depende siempre de la sostenibilidad económica de la plataforma que se utiliza para difundirlo. Es un contraste cínico que define nuestra sociedad de consumo y esa inoculación del sentimiento de inmunidad para no sentir el dolor de los demás. Nos hemos acostumbrado tanto a verlo desde la distancia que aportan las distintas pantallas que nos rodean, que ya somos incapaces de distinguirlo cómo algo real.
La forma en qué Andrew Levitas se acerca al dolor en El fotógrafo de Minamata me conmueve profundamente. Es cómo una fotografía que permite recrearte en los detalles, confrontarte con algo terrible e impactante, pero que al tiempo te obliga a hallar el rastro de humanidad que conservas en tu interior. Se establece una fuerte conexión emocional entre el espectador y el sufrimiento silencioso que padecen los habitantes de Minamata.
Que las pantallas no te impidan ver el bosque
En El fotógrafo de Minamata también encontraremos una reivindicación de la lucha sindical, entendida ésta como la unión de un colectivo humano para hacer mayor fuerza ante las injusticias. Además se incide en la importancia de la ética profesional en cualquier trabajo. En asumir nuestros errores y debilidades, pero no darse por vencido ante los obstáculos internos y externos que nos impiden avanzar para lograr nuestros objetivos.
Si nos centramos en el aspecto técnico, la película es impecable. La puesta en escena me ha recordado mucho al cine clásico que se hacía antaño. También me ha traído a la memoria la fantástica y poco reconocida Acción Civil (Steven Zaillian, 1998). El francés Benoît Delhomme (La teoría del todo, El niño con el pijama de rayas) sabe conjugar la belleza plástica de las imágenes con la transparencia de las emociones más dolorosas. Para enfatizadas, pero sin caer en el melodrama telefilmero, tenemos la banda sonora de tonalidad épica compuesta por Ryuichi Sakamoto (Feliz Navidad, Mr. Lawrence, El cielo protector). La película posee un ritmo calmo que nunca decae en lo meramente contemplativo. Puede que le sobren algunos minutos, pero la historia es demasiado interesante para hacerse aburrida.
Algunos dirán que el personaje de W. Eugene Smith está caricaturizado con brocha gorda, sin embargo, funciona. Tiene carisma y suficiente densidad psicológica cómo para recorrer con él todo un trayecto transformador. Johnny Depp se suma al proyecto con la honestidad y contención necesarias, evita caer en su histrionismo habitual que hubiera hecho añicos la credibilidad de la historia. Las batallas dialécticas con Bill Nighy aportan un espacio incluso cómico al relato, mientras que la subtrama romántica con Minami resulta igualmente entrañable. El fotógrafo de Minamata es una película que reflexiona sobre el irreparable daño medioambiental realizado en aras del progreso (la empresa Chisso es una de las mayores fabricantes de pantallas LCD). Pero, por encima de todo, es una película llena de sensibilidad que te llegará al corazón.
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