jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘Lux Æterna’: Gaspar Noé, el brujo

Las críticas de Daniel Farriol:
Lux Æterna
 
Lux Æterna es una comedia dramática francesa escrita y dirigida por Gaspar Noé (Climax, Love). Nos sitúa en medio del rodaje caótico de una película sobre brujas que son quemadas en la hoguera. Es un experimento de cine dentro del cine bastante inclasificable. Está protagonizada por Béatrice Dalle (Adoration, Aux yeux des vivants), Charlotte Gainsbourg (Nymphomaniac, Samba), Abbey Lee (Elizabeth Harvest, The Neon Demon), Karl Glusman, Félix Maritaud, Paul Hameline y Luka Isaac. La película, tras ser proyectada en el Festival de Sitges 2019, se estrenó en salas de cine en España el 27 de Noviembre de 2020 y ahora está disponible en Filmin desde el día 22 de Enero de 2021.
 

El metalenguaje de ‘Lux Æterna

Los créditos finales de Lux Æterna terminan con la frase «Soy ateo gracias a Dios» de Luis Buñuel. Toda una declaración de intenciones efectuada tras comparar el martirio de las brujas quemadas en la hoguera con el que sufrió Cristo en la cruz. Reconozco que no soy un profeso seguidor del cineasta Gaspar Noé, pero con Lux Æterna ha conseguido imbuirme cierta fascinación religiosa por su manera de contar esta historia repleta de ambigüedad, distintas capas de estudio y mala baba. Tal vez haya sido por relatar una historia de cine dentro del cine, por aligerar el contenido a través de la comedia absurda o simplemente por haber sido hipnotizado en esos 10 minutos de luces estroboscópicas que parecen querer causarnos un colapso epiléptico. No sé los motivos exactos, pero Lux Æterna me provoca cierta fascinación malsana.
 
Es una película que podría dividirse en tres partes diferenciadas. La primera es una larga secuencia que muestra un diálogo distendido entre las actrices Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg. Cómo Lux Æterna juega con el metalenguaje cinematográfico, cuesta discernir entre lo guionizado y lo improvisado. Dalle interpreta a una directora primeriza que está realizando una película sobre brujería. Gainsbourg es la bruja protagonista justo antes de rodar una escena donde va a ser quemada en la hoguera. La conversación entre ellas está salpicada con anécdotas sobre fluidos que se entrelazan con la verdadera vida de las actrices. De ese modo, Dalle hace referencia, sin nombrarla, a El Aquelarre (Marco Bellocchio, 1988) donde ella misma interpretaba a una bruja. Comenta lo avergonzada que se sintió apareciendo completamente desnuda frente a cientos de hombres que la observaban. Sin embargo, luego apostilla que valió la pena porque era una gran película. «El fin justifica los medios.» que diría Maquiavelo (o Napoléon).
 

Un rodaje de locos

Gaspar Noé se sirve de las imágenes de Häxan: La brujería a través de los tiempos (Benjamin Christensen, 1922) y Dies Irae (Carl Theodor Dreyer, 1943) para establecer una tesis sobre la violencia primitiva de los hombres hacia las mujeres. Tomando la caza de brujas como analogía, elabora un discurso sobre la violencia física y psicológica existente en el mundo del cine hacia las mujeres e incluso hacia las propias actrices. Una violencia sistemática que se repite generación tras generación como refrenda la surrealista conversación que tiene por teléfono la protagonista con su hija pequeña que acaba de sufrir una agresión machista en el colegio por parte de unos niños. 
 
«L’œuvre de Dieu» es la película de ficción a cuyo rodaje asistimos. Béatrice Dalle se interpreta así misma, pero finge estar dirigiendo su primera película. En el set de rodaje está rodeada por hombres que boicotean la producción y quieren asumir el control de la situación. Antes decíamos que Lux Æterna está dividida en tres partes. La segunda se ubica en un rodaje de pesadilla donde la lucha de egos acaba por destruir la creatividad. Gaspar Noé no deja títere con cabeza. Desde el productor capullo hasta el encargado de la peluquería, pasando por visitantes e intrusos que no dejan de incordiar en los momentos más inoportunos como un atolondrado periodista cinematográfico que busca información sobre la película o un cineasta pesado que va contando su proyecto a todas las actrices con las que se cruza. Aunque el que se lleva la palma (y no la de oro en Cannes) es ese director de fotografía que se apodera de la filmación porque considera que tiene más talento que la directora. 

¿El fin justifica los medios?

Lux Æterna nos habla sobre los límites del arte. ¿Los hay? ¿Se pueden fijar? Por un lado plantea el patrón de la agresividad masculina contra la mujer, pero por otro también se regocija con la realista cara de terror que muestra la actriz de Dies Irae tras permanecer dos horas atada a un poste. El final de Lux Æterna rememora ese hecho cuando el director de foto enloquecido tortura a Charlotte Gainsbourg (y al público) obligándole a soportar el parpadeo intermitente de las luces estroboscópicas. De ese modo consigue que el dolor fingido de la actuación mientras simula ser quemada en la hoguera acabe siendo un dolor real que traspasa la pantalla. ¿El fin justifica los medios? ¿La posición de poder de un director le otorga el derecho a maltratar a las actrices como se dice hacía Hitchcock para conseguir un mejor resultado de ellas? ¿Para hablar del dolor es necesario mostrarlo en pantalla?
 
Como buen provocador, el cineasta argentino afincado en Francia, nos habla de todos esos temas desde la ambivalencia. No hay que olvidar que si existe una escena en la filmografía de Gaspar Noé que todo el mundo recuerda (y muchos le reprochan) es la brutal violación a tiempo real que sufre Monica Bellucci en Irreversible (2002). Lux Æterna se convierte entonces en un extraño alegato anti machista cómo puede serlo el Antiporno (Sion Sono, 2016). Son dos películas igual de surrealistas que están conectadas por un hilo invisible en su forma de acercarse a temas complejos que contradicen algunos de los propios actos de sus directores.


Noé junto a sus influencias

Pero es que Noé está por encima de los convencionalismos sociales y cinematográficos habituales. Él mismo se pone a la altura de Dreyer, Godard, Fassbinder, Buñuel, Von Trier o Pasolini, a los que nombra como inspiración por su nombre de pila. A algunos les roba frases para hacerlas suyas. «Los cineastas tenemos una gran responsabilidad. Debemos elevar el filme del plano de la industria al del arte.» (Dreyer). «Hoy en día, la mayoría de los cineastas son muertos vivientes y sus filmes son como ellos.» (Godard). «Cuando la presión sube demasiado me transformo en un dictador.» (Fassbinder). ¿El arte como fin justifica esa violencia?

Por suerte, Lux Æterna es ante todo una comedia. Sus dosis de intensidad y reflexión acaban siendo una broma macabra del cineasta hacia los críticos que le atosigan. Decíamos que la película tenía tres partes, pues en la tercera traspasa la tortura física que sufren las actrices al propio público. Nos obliga a asistir durante 10 minutos a un espectáculo de color y sonido que puede marearte o cegarte si eres hipersensible. Es el efecto masoquista que tiene el cine delante y detrás de la pantalla. La tan cacareada secuencia posee cierto poder narcotizante que puede llevarte a una dimensión desconocida como ya hiciera Stanley Kubrick durante el viaje onírico de 2001: Una odisea del espacio (1968).
 

Lux Æterna‘, un desafío para el espectador

Para los que no lo sepan, Lux Æterna nació como un encargo de Saint Laurent. La idea era integrar una pieza audiovisual a su proyecto artístico ‘Self’ destinado exclusivamente a promocionar la marca. Para ello también fueron invitados Abel Ferrara, Wong Kar Wai o Bret Easton Ellis. Las únicas exigencias impuestas al cineasta fueron que debían aparecer modelos y vestuario de la firma. Noé no se conformó con hacer un anuncio de perfume y se las ingenió para plasmar en tan solo 51 minutos un mosaico alucinógeno sobre el canibalismo emocional de las artes escénicas que entronca a la perfección con el universo planteado por The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016).
 
Lux Æterna es un ensayo sobre los entresijos del cine. Sobre el caos de un rodaje fuera de control. Sobre la enajenación compartida por cineastas y cinéfilos. Una obra compleja e irónica que desplega toda su creatividad a través de una puesta en escena arriesgada y experimental. Formato cuadrado, panorámico y pantalla partida se combinan en un trabajo radical que te desafía como espectador en busca del clímax artístico perfecto. La religión de Gaspar Noé es su cine, dependerá de ti como público decidir si comulgas con su fe. «Todos gozáis de buena salud, pero ni os imagináis la felicidad suprema que siente un epiléptico un segundo antes de la crisis. Toda la felicidad recibida a lo largo de una vida no la cambiaría por nada del mundo antes esto.» (Fiodor Dostoïevski)
 

¿Qué te ha parecido la película?

 

Lux Æterna

8

Puntuación

8.0/10

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