martes, abril 23, 2024

65 SEMINCI. Sección oficial. Críticas de los nueve cortometrajes a competición

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 65 SEMINCI: 
Cortometrajes de la Sección Oficial

 

Play Schengen (Gunhild Enger, 2020), Noruega

Aunque, como a la mayoría, me disgustan (e incluso asustan) los discursos anti europeístas de los partidos políticos populistas de uno y otro extremo del arco ideológico que, durante los últimos años, han aflorado como setas (rancias) por toda Europa, me resulta muy fácil reconocer que la Unión Europea está muy lejos de funcionar en la manera en que fue pensada. En el cortometraje Play Schengen (en referencia al acuerdo europeo sobre las fronteras), Gunhild Enger derrocha inteligente mala leche para sacar los colores a los burócratas europeos haciendo una sátira de muchas de las contradicciones y vergüenzas de la Unión. Aunque el cortometraje empieza con mucho vigor y tanto la metáfora con el video juego como con el desafinado himno son brillantes, al final se desinfla y no acierta a rematar de un modo imaginativo y cerrado.

Play Schengen


El mártir (Fernando Pomares, 2020), España

El mártir insiste en el tema de la inmigración con una historia a caballo entre la realidad y las ensoñaciones de la narradora que, la mayor parte del tiempo en off, nos cuenta la historia de sus dos hermanos cruzando una frontera en busca de un mundo mejor. Brillante desde un punto de vista de la realización y con un impecable acabado técnico pero su narrativa es tan espesa que el mensaje se diluye. Las imágenes parecen ir por un lado y las palabras por otro. No termina de funcionar.

El Martir


Yo, Bernabé (Jean-François Lévesque, 2020), Canadá

Mezclando varios tipos de animación que incluyen una mayoría de secuencias en stop motion, el cortometraje Yo, Bernabé hace una imaginativa sátira de un sacerdote borrachín que parece haber perdido la fe y al que, en pleno delirio alcohólico, se le aparece un gallo que funciona, al mismo tiempo, como álter ego y como inductor de un cambio de rumbo. Muy atractivo visualmente pero su argumento no pasa de ser una entretenida curiosidad.

Yo, Bernabé


¡Oh, agujero negro! (Renee Zhan, 2020), Reino Unido

Al igual que el anterior cortometraje del que hemos hablado, también se emplean diferentes tipos de animación, pero de manera más imaginativa y con mucha mayor carga de profundidad en lo temático. El cortometraje comienza con una crítica al consumismo que conduce a la sociedad a devorar incluso los afectos de las personas a las que “queremos”. El adormecimiento de la conciencia que simula un estado de felicidad es ese agujero negro que hace todo uniformemente igual. El corto de Renee Zhan propone la singularidad individual como única manera de despertar esa conciencia anestesiada por la sociedad de consumo. La propuesta estética engrana perfectamente con el argumento y la lucha cromática es sencillamente preciosa. Si añadimos que está concebido como un dinámico musical con originales canciones, estamos, a juicio de quien esto escribe, ante el mejor cortometraje de la sección oficial de esta 65 SEMINCI.

Oh, Agujero Negro


Gramercy (Jamil McGinnis, Pat Heywood, 2019), Estados Unidos

Una pandilla de afroamericanos de Nueva Jersey se reencuentra tras la muerte de uno de sus miembros, Shaq, el personaje central, recrea en su memoria algunos momentos en los que no faltan las consabidas secuencias de drogadicción y fiestas desenfrenadas. Los jóvenes dialogan abiertamente sobre la pérdida y los efectos anímicos que les ha producido mientras parecen contemplar una vida mejor. Todo es filmado con un envoltorio poético enfocado desde la dirección con pretensiones de estilo: alternancia de planos en color con otros en blanco y negro, empleo de cámara lenta y referencias metafóricas demasiado crípticas para no iniciados.

Gramercy


Altötting (Andreas Hykade, 2020), Alemania / Canadá / Portugal

Otro cortometraje de animación, esta vez casi esquemática, para contarnos la historia de un niño que se enamora de la Virgen María y comienza a visitar a diario la iglesia de la localidad bávara de Altötting hasta que un día descubre el secreto de la belleza de su venerada imagen. Pretende tratar cuestiones filosóficas como la fe, la mortalidad y la pérdida de la inocencia, pero no termina de quedar claro si haciendo una exaltación de la fe o una crítica a la religión. En cualquier caso, el mensaje no llega con nitidez. Alterna el blanco y negro con vistosas secuencias en color y de fondo, como leitmotiv, el Ave María de Schubert.

Altötting


Cómo mi abuela se convirtió en una silla (Nicolas Fattouh, 2020), Alemania / Líbano / Catar

Otro cortometraje de animación, esta vez un poco más imaginativo, sobre una abuela que va viendo progresivamente como los órganos de sus sentidos son sustituidos por piezas de madera que reemplazan su nariz, sus orejas, sus ojos, su boca y finalmente todo su cuerpo se convierte en una silla de madera. Poética metáfora sobre el envejecimiento y la pérdida de facultades que se acompaña del desapego de sus nietos dejan de visitarla y del afecto de su cuidadora que se va incrementando de manera inversamente proporcional. Todo está contado en clave de pesadilla con una especie de inundación que amenaza con anegar la casa. El diseño tiene personalidad, la historia está bien contada, con ritmo y ajustada a una duración razonable que no sobrepasa los diez minutos.

Cómo mi abuela se convirtió en una silla


Lo imperceptible del río (Phạm Ngọc Lân, 2020), Vietnam / Laos 

Veintitrés minutos alrededor del río Mekong ante el cual se muestran una serie de personajes en busca de sanación a sus pequeños males, desde un chico insomne más atormentado por no poder soñar que por no poder dormir a una mujer madura que reflexiona sobre la pérdida y la memoria junto a un hombre del que estuvo enamorada en el pasado. Un bonito perro completa el elenco sin ofrecer mucho más que belleza estética. Seguramente signifique algo que al espectador no iniciado se nos pase. En cualquier caso lo narrativo parece totalmente accesorio en este cortometraje de tono contemplativo cuyo único propósito parece ser formar parte de un proyecto Mekong 2030 que se avisa en los créditos. Demasiado largo. 

Lo imperceptible del río


Thanadoula (Robin McKenna, 2020), Canadá

Con una propuesta muy personal, Robin McKenna realiza un homenaje a su hermana fallecida tras años de peregrinaje por instituciones psiquiátricas mediante la combinación de diferentes formas artísticas como la animación, el tratamiento fotográfico y la videocreación. Hay coherencia entre lo imaginativo de la propuesta y el particular mundo mental de su hermana del que atesora recuerdos en la memoria que completa con el álbum fotográfico familiar. Rebosa sensibilidad y es muy de agradecer la brevedad, apenas siete minutos que son suficientes para expresar lo que pretende. 

Thanadoula

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