viernes, abril 19, 2024

65 SEMINCI. Ciclo Free Cinema. Crítica de ‘El animador’ (Tony Richardson, 1960)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 65 SEMINCI: 
El animador
 

Después de Mirando hacia atrás sin ira, John Osborne escribió una obra teatral a la medida de Laurence Olivier, a petición del propio actor, que no quería quedarse al margen de esta nueva ola de escritores que estaban renovando un teatro inglés en el que él, Shakespeare mediante, era la gran estrella de la escena. Olivier asumía así el reto de incorporarse a este nuevo teatro de los Angry Young Men a través del papel protagonista de El animador (The Entertainer), Archie Rice, un cómico de vodevil en declive, que interpretó con gran éxito en los escenarios del West End londinense.

Cuando animados por el éxito de Mirando hacia atrás con ira, Osborne y su amigo Tony Richardson se pusieron manos a la obra para llevar El animador a la pantalla, la opción de Olivier como protagonista fue indiscutible. El reparto se completó con el veterano Roger Livesey como Billy Rice, padre de Archie y con los jovencísimos Joan Plowright, Alan Bates y Albert Finney que hicieron su feliz debut en el cine en este film interpretando a tres hermanos, los tres hijos del protagonista, si bien Plowright asumiendo el protagonismo femenino y Bates y Finney en papeles menores. 

La apariencia de película amable (inducida en parte por el título) se derrumba a los pocos minutos de comenzado el film, el animador en cuestión es una decadente figura del teatro de variedades inconsciente de que este tipo de espectáculos iban perdiendo el apego de la gente ante la pujanza de la televisión como medio favorito de entretenimiento de masas. De hecho, en la primera secuencia de la película, un transeúnte, al pasar ante el cartel anunciador del teatro, comenta con desdén “este Archie Rice nunca ha salido en televisión”.

Pero tras esta primera lectura, la más obvia, se esconde una segunda que nos habla de la decadencia del Imperio Británico con sus torpes decisiones en política internacional, Osborne establece para esto un telón de fondo político militar, la controvertida participación del ejército británico en la Guerra del Sinaí de 1956, conflicto al que es enviado uno de los hijos de Archie, Mick Rice (Albert Finney) como paracaidista. La postura antibelicista se hace patente fundamentalmente a través de su hermana Jean (Joan Plowright) que critica abiertamente al Primer Ministro y participa en manifestaciones pacifistas.

Toda la trama gira alrededor del personaje de Archie que está construido como un hombre despreocupado, irresponsable, cínico, mujeriego y lleno de deudas que da la espalda a la cruda realidad del porvenir de sus espectáculos. Incapaz de ver el fracaso del que tiene en cartel trata de embaucar a incautos inversores para financiar el siguiente. A pesar de algunas secuencias que no resistirían el inquisidor filtro de la corrección política de nuestros tiempos, como un concurso de belleza femenino con grimosos comentarios de su locutor o los propios espectáculos de Archie Rice (chistes gruesos, canciones satíricas y chicas ligeras de ropa), que podrían dar cierto  aire equívoco de comedia, El animador tiene momentos de gran drama, fundamentalmente cuando Olivier y Plowright se quedan solos en pantalla. De hecho, es incuestionable que a medida que avanza el metraje, los personajes se imponen al argumento que pasa a un segundo plano.

Sin alcanzar la violenta intensidad de Mirando hacia atrás con ira y apoyándose más en el talento de ambos intérpretes, Richardson compone un film emotivo e impactante de los que consiguen sacar una sonrisa al espectador para congelársela al instante.  

Tony Richardson apuesta por cierta audacia en la realización con la composición de algunos planos oblicuos que desafían el canon clásico, pero no puede decirse que su dirección muestre rasgos de autoría, especialmente porque no los convirtió en seña de identidad en sus posteriores largometrajes. Parece más obedecer a cierta intención premeditada de rebeldía que a una decisión consciente de querer decir algo con la colocación de su cámara.

Laurence Olivier realiza una soberbia interpretación alternando los momentos de histriónico patetismo de su personaje con la honda naturalidad con la que aborda las escenas más intimistas. Su trabajo le valió innumerables premios y nominaciones incluida una al Óscar al mejor actor. Igualmente magnífica está la debutante Joan Plowright que, al año siguiente, acabaría convirtiéndose en la tercera esposa de Olivier, veintidós años mayor que ella con quien estaría casada hasta la muerte del legendario actor. Pero esa ya es otra historia. 


¿Qué te ha parecido la película?

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