viernes, abril 19, 2024

Crítica de ‘El hombre invisible’: Actualizada y milimetrada adaptación

Las críticas de Óscar M.: El hombre invisible

Cuando un espectador ve la promoción de una nueva versión cinematográfica sobre una película que ya ha visto lo primero que hace es plantearse si es realmente necesaria esta repetición. En el caso que nos ocupa está más que justificada, a pesar de que, de las adaptaciones de la novela de H. G. Wells, El hombre invisible es la novena versión cinematográfica que vamos a ver (la duodécima si contamos las adaptaciones para televisión).

Esta nueva versión ha adaptado la idea original de la novela publicada hace 123 años con la intención original de Universal de construir un universo cinematográfico basado en los personajes del género de terror que tan buenos resultados dieron en el pasado. Tras los fracasos de Drácula: La leyenda jamás contada (el título en sí ya era un chiste) y La momia (donde copiaron todo lo malo de Batman v Superman: El amanecer de la justicia), parece que el encargo hecho a Leigh Whannell ha dado buenos frutos, y no es para menos después de haber acertado con la sagas Saw e Insidious.

Whannell ha actualizado la fantástica idea original, adaptándola a la actualidad y dotándola de un realismo y una credibilidad envidiable. Reducir la trama al victimismo hubiese sido un error, o quedarse en la pasividad de El cuento de la criada, insatisfactorio. Para ese tipo de argumentos ya tenemos Durmiendo con su enemigo o Nunca más (incluso La guerra de los Rose, desde un punto de vista más cómico), que representan con detalle el abuso y el maltrato.

El director también se ha encargado de la redacción de un guion bien estructurado, ordenado y coherente, que mantiene al mismo nivel la fantasía y la realidad. Con un desarrollo cómodo, sin pausa, pero sin estancarse o forzar la acción con diálogos que el espectador tenga que completar. Es brillante que el comienzo de la película no muestre el abuso directamente en pantalla (para no crear una idea inicial en el espectador) o que apenas vemos la cara del personaje masculino (algo que ayuda primero a no empatizar con él y segundo a crear en nuestra mente una imagen fantasmagórica del enemigo de la protagonista), casi como esas películas de terror en las que hay que descubrir al asesino infiltrado, pero a un nuevo nivel.

Incluso se permite el lujo de dejar detalles que pueden acercarla más a la (supuestamente reiniciada) saga Saw que a una posible franquicia de monstruos de Universal (algo que, por otro lado, sería fantástico si siguieran con este estilo de películas independientes y con argumentos actualizados). El argumento no se ha engrandecido para encajar en un «universo cinematográfico» ficticio posterior ni nada similar, la producción de Blumhouse conoce los errores de La momia y no quiere ni acercarse.

Ayuda mucho que la película cuente con unos espectaculares efectos especiales donde la invisibilidad es absolutamente real e imperceptible al mismo tiempo. Olvidémonos de esos efectos chuscos de anteriores versiones, aquí nos encontramos con un hombre invisible real, creíble y, al mismo tiempo, terrorífico. Las peleas entre los actores físicos y los «invisibles» son tan reales que estamos boquiabiertos pendientes de cualquier (inexistente) error que podamos identificar y que se vea al actor enmascarado, pero la digitalización es tan perfecta que dudamos hasta de nuestra propia visión.

Con unas cuidadas localizaciones, la exquisita fotografía y el más mínimo detalle controlado, la producción de Blumhouse tiene muy claro que el estilo es lo primero y ofrece un producto solvente, bien estudiado y con un guion milimétrico. Hasta tal punto que pequeños detalles del principio de la película sean vitales para la resolución, el planteamiento del guion y la dirección que ya demostró Whannell con Saw están aquí muy presentes.

La música ambiental compuesta por Benjamin Wallfisch (que ya hizo maravillas en Blade Runner 2049 o It) está correctamente insertada, sin ser molesta (a pesar de ser prácticamente constante), estando la partitura acorde con las situaciones y coherente con la narrativa, elevando los momentos de tensión y manteniendo el hilo conductor en escenas menos intensas. Otro gran acierto.

Elisabeth Moss consigue empatizar con la audiencia bastante pronto y su evolución de fugitiva a luchadora es asumible para el público, transmite de una manera creíble el pánico y la incomprensión de una persona maltratada, pero su interpretación se mantiene constante cuando el giro fantástico hace aparición y comienzan a moverse cosas o a desaparecer objetos. Moss no ha podido elegir mejor para su incursión en el género fantástico. Tiene un papel a su medida, una producción cuidada y un resultado satisfactorio a todos los niveles, incluido el terror: pocos (pero efectivos) sobresaltos, buenos (y coherentes) giros de guion, tensión constante y controlada durante toda la duración.

Por fin, Universal parece haber encontrado el equilibrio perfecto contratando a Blumhouse para sus películas, y Blumhouse parece haber encontrado la fórmula para asustar al espectador sin recurrir a fantasmas o escatologías sangrientas. Ojalá El hombre invisible sea el principio de una nueva saga de monstruos.

8

Puntuación

8.0/10

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