miércoles, abril 24, 2024

62 SEMINCI. Ciclo «Objetivo: Islandia». Crítica de ‘Noi el albino’: Emotividad y gelidez a partes iguales

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 62 SEMINCI: 
Noi el albino
 

Hace un par de años, los dos festivales de mayor solera en nuestro país otorgaron sus máximos galardones a sendas películas islandesas; en septiembre de 2015 el Festival de San Sebastián concedió la Concha de Oro a Sparrows de Rúnar Rúnarsson y apenas un mes después la Seminci de Valladolid entregaba la Espiga de Oro a Grímur Hákonarson por RAMS El valle de los carneros. En esa misma edición que hacía la sexagésima en la historia del festival vallisoletano, otra película islandesa, Corazón gigante (Fusi) de Dagur Kári se alzaba con el premio al mejor actor para Gunnar Jónsson.

Islandia, un país cuya extensión es poco mayor que la de la comunidad autónoma de Castilla y León y con 331.811 habitantes (muchos menos que la provincia de Valladolid por poner un ejemplo cercano) disfruta de una cinematografía pujante que ya hace años atravesó fronteras y se pasea por los festivales de mayor prestigio despertando los elogios de la crítica y el favor de los jurados que suele incluir sus películas en el palmarés. Algo estarán haciendo bien los islandeses cuando sus éxitos no se reducen al cine y, perdónenme la digresión futbolera, su selección de fútbol se ha clasificado por primera vez en su historia para el Mundial (insisto, 331.811 habitantes) mientras, por ejemplo, Holanda, de gran tradición futbolística, ha sido eliminada.

La Seminci, que tradicionalmente celebra un ciclo bajo el sobretítulo de “País invitado” y siempre atenta a las cinematografías emergentes, dedica en su 62ª edición un ciclo al cine islandés compuesto por diecisiete largometrajes recientes que aportan una visión de conjunto a esta curiosa cinematografía nórdica. Aunque el seguimiento de la Seminci, siempre marcado por las exigencias de la Sección Oficial no suele permitirnos ver muchas películas de las secciones paralelas, intentaremos hacernos eco de algunos de los títulos que conforman este ciclo “Objetivo: Islandia”.

Noi el albino (Nói Albinoi, 2003), es el segundo largometraje de Dagur Kári de quien como dijimos anteriormente tuvimos ocasión de ver hace dos años la fantástica Corazón gigante. Situada en un remoto fiordo al norte de un país ya de por sí remoto, Noi el albino nos cuenta la historia de Noi (Tómas Lemarquis) un joven de diecisiete años que al aislamiento geográfico en el que vive, une el aislamiento emocional al que le someten su peculiar aspecto, su personalidad introvertida y sus dificultades para entablar relaciones con las pocas personas que conviven en su escueto ecosistema.

Dagur Kári, como hace también en Corazón gigante con un muchacho enorme y obeso, centra la acción en un personaje inadaptado por un aspecto físico que limita sus relaciones sociales, allí la obesidad, aquí el albinismo. Noi, que vive con su abuela, mantiene una complicada relación con su padre taxista al que unen unos vínculos un tanto ambiguos que Kári subraya con una violencia soterrada que en algún momento explosiona. Noi es el típico inadaptado que en el colegio tan pronto se queda dormido como se salta las clases colocando en su pupitre una grabadora que asuma su presencia, asalta las máquinas tragaperras o hace trapicheos con el dueño de una librería a cambio de poder ojear revistas pornográficas.

Sus dificultades para las relaciones personales incluyen, como no podía ser de otra manera, sus limitaciones para relacionarse con las escasas chicas de su edad. Kári, que también firma el guion, introduce el elemento romántico (es un decir) mediante el personaje de Iris, otra chica solitaria y emocionalmente aislada interpretada por una joven Elín Hansdóttir (en la que fue su primera y única película antes de dedicarse a la escultura y las artes plásticas, disciplinas en las que hoy es un reputado nombre del panorama artístico de su país).

Kári se aprovecha del frío del entorno y del carácter inhóspito del paisaje para sumergir su película en un ambiente gélido que se transmite al espectador y adornarla con algunos planos contemplativos de incuestionable belleza plástica. Hacia el final, acelera la acción y precipita los acontecimientos con un final impactante y emotivo.

En conjunto, Noi el albino es una buena ocasión de conocer una obra que no es fácil de ver (ni se estrenó ni está editada en DVD en nuestro país) y que permite aproximarse a los orígenes cinematográficos de un director que ya aquí apunta el talento que desprenden sus películas posteriores y que todo hace pensar que, dada su juventud, dará que hablar en un futuro con sus próximas películas. Si van a verla lleven chaqueta, hace mucho frío.

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