Las críticas de Óscar M.: Logan
Con el título de esta crítica no creo que nadie se escandalice por dejar patente que ésta es la última película en la que veremos al personaje de Lobezno. Hugh Jackman, el actor principal que ha dado vida a Logan desde X-men, ha dejado claro desde que comenzó el rodaje que esta sería «la última vez» y, recientemente, Patrick Stewart también ha confirmado su despedida del personaje de Charles Xavier. Logan llega para rematar una historia que ha sufrido altibajos y para reafirmar que se pueden hacer películas de género aunque los protagonistas sean superhéroes.
Logan es a la saga X-men lo que en su día fue El caballero oscuro a la saga de Batman, un punto y aparte en la franquicia y una demostración de un buen guión, excelentes interpretaciones y un resultado final que agrada tanto a seguidores de las adaptaciones cinematográficas de los mutantes de Marvel como al público con predilección por las películas de acción.
El camino que ha sufrido el personaje de Lobezno en el cine no ha sido precisamente fácil. Tras el rechazo inicial por la elección de Hugh Jackman y dos películas grupales donde se ganó el respeto de la audiencia, hay que sumar los malos resultados de X-men – Orígenes: Lobezo (la cual supuso la cancelación de una saga futura donde se narrarían los nacimientos de los personajes en solitario, aunque también influyó que se filtrara una copia sin los efectos visuales acabados y que el guión es, básicamente, X2 de nuevo) y que Lobezno inmortal está considerada «demasiado asiática», aunque supusiera la recuperación de la saga. Esta tercera aventura en solitario de Lobezno es la mejor película de toda la franquicia y, aunque no lo tenía difícil, tampoco hay que quitarle el mérito a la secuela.
La acción se sitúa en un futuro relativamente cercano y la situación no se parece en nada a lo que la saga X-men nos tiene acostumbrados. Logan es sucia y polvorienta, es cruel y despiadada, es mucho más violenta, es una película de carretera y, al mismo tiempo, una película del oeste (como el propio guión se ocupa de homenajear descaradamente). Además, la conmovedora música de Marco Beltrami y la fotografía de John Mathieson (quien participó en X-men: Primera generación y nos deleitó con Operación U.N.C.L.E.) consiguen una película personal y única dentro de la saga, diferente a cualquier entrega anterior.
Es un regreso al Logan de camiseta de tirantes, de violencia brutal y exceso de sangre (gracias, en gran parte, al éxito de Deadpool), se ha abandonado por completo la intención de dirigirse a un público familiar o atraer a jóvenes espectadores, el componente familiar se ha reducido a la peculiar familia que forman los tres protagonistas en su particular huida hacia adelante.
Tanto Jackman como Stewart ofrecen unas soberbias interpretaciones, acordes con el nivel al que nos tienen acostumbrados en la saga aunque en esta ocasión transmiten un nivel de profundidad y dolor más cercano al género dramático que al estilo ambientado en el género de superhéroes de acción. Pero, sobre todo, Dafne Keen es uno de los grandes hallazgos de la película, tanto por su gran actuación llena de rabia, como por su parecido físico con el protagonista (realmente parece la hija de Famke Jennsen y Hugh Jackman).
Quizá el punto en el que más flaquea esta secuela es en el tema de los villanos: hay demasiados (el doctor, el ejército de cyborgs con su particular jefe y el villano final) y no hay una explicación profunda o coherente más allá de la simple conexión con el origen del esqueleto de adamantium de Lobezno. Salvando este aspecto, el producto final merece ser categorizado como una de las mejores películas de la franquicia mutante que dirigen desde Fox.
Logan es, sin duda, el punto final de la historia de Lobezno (al menos con la cara de Hugh Jackman) en el cine, pero, por muy dramática y lacrimógena que sea la despedida, también supone un nuevo punto de partida para la franquicia, dejando suficientes cabos sueltos para confirmar que ya está en camino una nueva saga: X-men: Nuevos mutantes.