Con un tono ligero, nos introduce escenas de lo más rocambolescas en las que las risas están aseguradas, mezclando personajes de la realeza con la población local que se encuentran en su periplo, ya sea un grupo de folklore búlgaro o un francotirador serbio. Y dentro de la ligereza de King of the Belgians es de agradecer que no se convierta en una película demasiado política, lo que hace de ella que sea más accesible para cualquier espectador, sin necesidad de conocer demasiado los entresijos de las dos partes en las que se «separa» Bélgica para comprender la preocupación del rey frente la división de su país.
Peter Van den Begin se mete de lleno en la piel de un rey, tratado casi como una marioneta, que descubre en este viaje sus verdaderas inquietudes y puede ser él mismo, mostrándose a los demás como una persona normal liberada de las presiones del protocolo. El contraste con su personaje llega de la mano de Lucie Debay como la metódica responsable del gabinete de prensa real, y Bruno Georis como su esnob Jefe de Protocolo Ludovic Moreau.
Todos estos personajes interactúan maravillosamente unos con otros, compartiendo una química que genera el tono perfecto para una comedia, pero además están dotados de personalidades tan bien definidas y profundas que son difíciles de olvidar. El guión y la definición de sus personajes son tan importantes como la improvisación a la que se vieron sometidos durante el rodaje, lo que incrementa el realismo de las escenas y la naturalidad de sus interpretaciones.
La fotografía juega un papel importante a la hora de ubicarnos en los distintos países por los que pasan en su intento de regresar a Bélgica, pero cada país tiene a su vez una escena memorable, o cuanto menos pintoresca, para que lo recordemos. Los protagonistas responsables de este estudio antropológico visitan un festival del yogur con un llamativo alcalde (siendo interpretado realmente por el alcalde de ese pueblo), pasan una noche de borrachera con un ex francotirador Serbio, o cruzan fronteras de formas poco ortodóxas, incluyendo una escena a lo Jack Lemmon en Con faldas y a loco y toques de Vacaciones en Roma aunque cambiando la Vespa de Gregory Peck por una ambulancia
King of the Belgians es un cocktail perfectamente agitado en el que se mezcla una road movie repleta de humor, con grandes personajes y una originalidad en su guión que hará que queramos repetir con el aliciente de no dejarnos resaca en esta era post Brexit.