sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Si Dios quiere’: El cardiólogo ateo y el cura mentiroso

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Si Dios quiere

Una de las pocas normas que me he autoimpuesto desde que comencé a escribir de cine es el de no hablar mal de una película con la que me he divertido aunque encuentre en ella ciertas debilidades argumentales, formales o estilísticas que me desagradarían si la película no me hubiera hecho pasar un buen rato. Con la misma facilidad que me enervan los pretenciosos que me aburren sin contarme nada aunque su cine rezume la maestría de Orson Welles, me ganan para su causa los que consiguen contar una historia sencilla con el sabio manejo de tres ingredientes fundamentales: un guion, unos intérpretes y una cámara. 

Y el italiano Edoardo Falcone emplea con oficio estos tres ingredientes en su debut como director tras una exitosa trayectoria como guionista. Si Dios quiere es una película sencilla y divertida que bebe de la tradición de la mejor comedia “a la italiana” aunque quede lejos de los mejores títulos de Mario Monicelli, Vittorio de Sica o Dino Risi. 
Falcone sitúa la trama en una familia acomodada italiana en la que Tomasso, un afamado cardiólogo con el ego de Cristiano Ronaldo (fantástico Marco Giallini) habrá de lidiar con una complicada situación familiar a partir del momento en que su hijo Andrea (Enrico Oetiker) decide abandonar su carrera de medicina, para emprender una poco usual profesión. La crisis familiar irá progresivamente alcanzando a la madre de familia, Carla, interpretada por la bellísima y estupenda actriz Laura Morante, a la aparentemente estúpida hija Bianca (Ilaria Spada) y al marido de esta, el yerno que todo padre tiene en sus peores pesadillas, interpretado por un divertidísimo Edoardo Pesce. En este núcleo familiar explosiona la comedia hasta la aparición del otro protagonista, el padre Pietro, interpretado por Alessandro Gassmann (hijo del gran Vittorio Gassman). Completan el elenco algunos notables secundarios como la impagable enfermera Rosa (Giuseppina Cervizzi) o el siniestro Pizzutti (Carlo Luca De Ruggieri).
La película comienza con enorme fuerza, la primera media hora es vigorosa, fabulosamente bien escrita y los personajes se plantan en el metraje con momentos tronchantes. Los intercambios de diálogos punzantes desprenden inteligencia y el protagonismo de Marco Giallini pronto encuentra réplica en un Alessandro Gassmann con el que establece una virtuosa química cómica (perdonen la cacofonía). Si bien es cierto que a medida que avanza el metraje, la película va perdiendo gas y ganando en complacencia, el espectador es ya cómplice de unos personajes con los que ha resultado muy sencillo empatizar. El cardiólogo cascarrabias y gruñón encuentra la horma de su zapato en el enigmático cura de cuyo magnetismo tratará de escapar a toda costa. Aunque hace mucho que no las veo, no he podido evitar acordarme de las películas de Don Camilo y el alcalde comunista Peppone, con aquella mítica pareja de actores, Fernandel y Gino Cervi, que también interpretaban con gran complicidad a un cura y un ateo muy particulares.

Lo que ya no tengo tan claro es que a partir de Si Dios quiere se puedan sacar sesudas reflexiones sociales, familiares ni mucho menos, religiosas, a pesar (o precisamente por eso) de lo obvias que podrían resultar. Desde luego que podríamos disertar acerca de cuestiones como las negativas consecuencias que el éxito profesional tiene a menudo sobre la vida familiar;  sobre cómo los padres proyectan sobre sus hijos sus propios proyectos vitales frecuentemente alejados de los deseos de los hijos en cuestión; sobre como el paso del tiempo nos hace renunciar a nuestros sueños de juventud y vamos acomodando nuestra existencia a una suerte de insatisfactoria, pero cómoda, rutina o, finalmente, sobre cómo la fe religiosa (o la ausencia de ella) influye en nuestra felicidad y en nuestro modo de afrontar la vida.

No creo que la película pretenda nada de esto aunque no faltará (especialmente en lo religioso) quien trate de adoctrinar en un sentido o en otro. Edoardo Falcone no tiene la mala leche que podría haberle puesto Nanni Moretti (véase Habemus Papam) pero tampoco resulta melifluo ni condescendiente. Si Dios quiere es una película muy entretenida y con momentos tronchantes como la secuencia de la impostada familia con la que Tomasso quiere engañar a Pietro que podría funcionar como un cortometraje con vida propia dentro del film.

1 COMENTARIO

  1. Recién visionada y coincido plenamente. No se puede exigir ni criticar en exceso una película que cumple su prometido, que no parece ser otro que el de entretener con una historia sencilla pero con un reparto que ayuda a incrementar el interés por la misma.

    Firmo ya mismo por un corto con la falsa familia ?

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