Hollywood siempre está husmeando en las listas de bestseller en busca de materia prima para fabricar guiones, y una novela que haya tenido éxito rara vez no consigue unos derechos de adaptación a la gran pantalla. No es que eso asegure buena taquilla o críticas favorables, pero si una historia se ha sabido vender en páginas no debería ser difícil venderla en fotogramas. La opinión casi universal de que la novela siempre es mejor que la película es cierta prácticamente siempre, pero hay casos en los que la adaptación cinematográfica es digna cien por cien de su fuente. Eso ocurre con Brooklyn que, tras su proyección en Sundance, no ha hecho más que cosechar halagos. Una vez vista, uno deja de preguntarse el porqué; Brooklyn es un drama romántico que explora sentimientos tan íntimos como la añoranza, la soledad y la búsqueda de un lugar en el mundo al que llamar hogar.
Si en 2007 John Crowley lanzaba al estrellato a un joven y desconocido Andrew Garfield con Boy A, la película que le haría ganar a él y al actor un BAFTA por dirección e interpretación, en Brooklyn el director irlandés narra una historia que hace madurar a la ya consagrada actriz juvenil Saoirse Ronan que consigue su segunda nominación al Oscar tras la que obtuvo con apenas trece años por Expiación. Crowley delega en ella todo el poder de la película y ella se convierte efectivamente en el alma de la historia con una interpretación poderosa que se columpia entre la alegría y la pena haciendo sutil la transformación de Eilis de tímida y apocada niña a una mujer partícipe de su propio destino que está dispuesta a descubrir el lugar al que pertenece su corazón.
Pero Brooklyn es un drama romántico, y el amor es clave para ese cambio de humor en Eilis que le permitirá evolucionar. Los contendientes en el corazón de la protagonista son también la representación de los dos países que la definen. Tony, magníficamente interpretado por Emory Cohen, es un italoamericano en el que vive el espíritu de Brooklyn, el crisol de los desterrados europeos. De Domhnall Gleeson, que interpreta al irlandés Jim, solo se puede desear tenerlo más en pantalla, porque si hay un personaje que no está lo suficientemente desarrollado, es él. Nunca hay una confrontación directa entre ambos hombres, pero cada uno personifica una manera de entender el mundo. Son Irlanda y Nueva York, el campo y la urbe, la tradición y la modernidad, y entre ellos Eilis supone un océano.
El vestuario creado por Odile Dicks-Mireaux también está lleno de intención. Los diseños han sido creados a partir de las fotografías de Vivian Maier que retratan el Nueva York de finales de los cuarenta, pero Dicks-Mireaux procura que Eilis lleve en todo momento alguna prenda verde que recuerde su origen irlandés.
Brooklyn es un viaje hacia la madurez muy lineal, tan clásico que podríamos juzgar sin verla que no ofrece nada nuevo, pero es en su sencillez en donde reside su valor, porque sin giros innecesarios, Crowley convierte un melodrama en un retrato humano.