sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘En el corazón del mar’: Adaptación excesivamente aburrida

Las críticas de Óscar M.: En el corazón del mar

La película En el corazón del mar es complicada hasta en su planteamiento inicial: resulta ser la adaptación al cine de la novela «En el corazón del mar: La tragedia del ballenero Essex» de Nathaniel Philbrick, que, a su vez, pretende ser contar la historia completa que inspiró a Melville para la escritura de la novela «Moby Dick».

Este complejo punto de partida ha intentado ser llevado al cine con tal nivel de detalle y recreación que llega a ser una píldora soporífera para el espectador. El director Ron Howard (continúa en su línea de aburrir al espectador como ya hizo con Una mente maravillosa) abusa de los planos detalle con gran angular, que no consiguen aportar nada (como esos animales comiendo), excepto el alargamiento innecesario del, ya de por sí, tedioso metraje.

La historia de cómo el navío llamado Essex emprende su aventura y cómo sale malogrado tras su encuentro con el inmenso cachalote al que se bautizó posteriormente como Moby Dick carece totalmente de ritmo, perdiendo a la mayoría del público antes de que animal haga su entrada en escena, el ataque al barco se puede considerar lo mejor de la película y es lo único salvable por su espectacularidad digital.

Inexplicablemente, lo peor de esta adaptación son los horribles efectos especiales que han utilizado y las escenas rodadas en estudio con pantalla verde, las cuales están incomprensiblemente mal iluminadas, con un brillo excesivo y, lo que es peor, desenfocadas (pido disculpas a todos aquellos espectadores que hayan ido a verla en 3D). El director las ha alternado con escenas rodadas en escenarios reales y se nota (a la legua) por la definición de estas segundas imágenes. 

Estos errores de hace diez años (cuando la tecnología digital no estaba tan desarrollada) se compensan un poco con las escenas subacuáticas, en las que vemos al cachalote protagonista hacer de las suyas, el ataque al ballenero sí que es bastante espectacular. Quizás una explicación creíble sea que estas escenas han tenido más presupuesto o se han trabajado más en postproducción.

Las (supuestas) horribles consecuencias que se produjeron tras el encuentro de los supervivientes de la tripulación con el animal tampoco consiguen hacer mella en el espectador. El hambre, el pánico y la desesperación, están ahí, pero son tan externos que el público no consigue conectar con la intención del guión (deberían haber visto antes Kon-Tiki), excepto por el excelente trabajo de caracterización y maquillaje, que tiene su mejor ejemplo en la última parte, mostrando los estragos de la estancia prolongada en el mar.

Mientras estas escenas, que desarrollan la historia no conocida (cómo los supervivientes estuvieron tres meses a la deriva y sobrevivieron), llegan a la pantalla, el público puede valorar el trabajo de producción y creación de escenarios ambientados en 1820, algo que anima un poco la soporífera primera parte, capaz de dormir al tiburón más fiero con unas escenas aburridas (donde hay hasta flashbacks en tonos sepia) que, aunque necesarias, son letales para el espectador.

A estas alturas del naufragio, lo único que puede salvar la película son las interpretaciones de Chris Hemsworth (menos Thor que de costumbre), Cillian Murphy y Benjamin Walker, pero es una lástima que tanto los (arquetípicos) personajes como los diálogos sean tan planos, tan manidos y tan redundantes (como repetir las frases en dos escenas consecutivas o llamarse unos a otros «señor» constantemente, incluso aunque estén al borde de la muerte) provocan un tedio irremediable para el espectador.

Howard no consigue sacar a flote el guión de Charles Leavitt por mucho que enfoque a la sorprendente (y digital) cola del cachalote vengativo en mitad del océano. En el corazón del mar se hunde sin remedio tras una aburrida primera hora y no consigue remontar pasada la segunda parte. El público, lamentablemente, ya está tocado y hundido.

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