entre otros. El Maxwell Smart español no tiene nada que envidiar a
otros agentes secretos, y en esta película muestra más tintes de humor
negro de lo que se apreciaban en los cómics de Vázquez, mostrándonos un Anacleto menos patoso y más profesional de lo que estamos acostumbrados.
En Anacleto: Agente secreto, Adolfo, un treintañero que
trabaja de segurata, está pasando una mala racha. No sólo le deja su
novia de toda la vida por ser un tipo sin ambición sino que, para colmo,
se convierte en el objetivo de una serie de matones liderados por
Vázquez, un peligroso criminal que acaba de escapar de la cárcel. ¿Pero
qué ha hecho él para verse en semejante lío?, ¿Cómo es posible? El mundo se le viene abajo cuando descubre que su padre tiene una doble
identidad. No es un payés dedicado a la producción de embutidos, como él
ha creído toda la vida, sino que es Anacleto, un agente secreto en
horas bajas y el hombre que encerró a Vázquez hace treinta años. Adolfo
tendrá que abandonar su zona de confort y colaborar con su padre, la
persona con la que peor se entiende del mundo, para sobrevivir a la
venganza de Vázquez y de paso, entre tiroteos y persecuciones, intentar
recuperar a su novia.
como «Transporter», el mejor conductor y mercenario que se puede comprar
con dinero. Frank se rige por tres simples reglas: sin nombres, sin
preguntas y sin renegociaciones, y transporta cualquier cosa por el
precio adecuado. Hasta que conoce a la misteriosa mujer fatal llamada
Anna (Loan Chabanol), que lidera un grupo de mortíferos
asaltantes y que no se detendrá ante nada con tal de acabar con una
despiadada banda rusa de traficantes humanos. Anna sabe que Frank es el
mejor en su trabajo y, para asegurarse su colaboración, mantiene rehén a
su padre. Ahora, padre e hijo se verán obligados a trabajar con Anna
para llevar a esta peligrosa banda ante la justicia.