martes, abril 23, 2024

Crítica de ‘Una Dama en París’: Jeanne Moreau al servicio de una delicada crónica de la vejez

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Una Dama en París
 
Corre un aliento de delicadeza en la película Una Dama en París que hace de su visión un sereno placer a pesar de que argumentalmente no ofrezca apenas nada nuevo. Estamos ante una nueva visión de la relación que se establece entre una anciana, Frida (Jeanne Moreau) y su cuidadora Anne (Laine Mägi), un vínculo que a priori no suele ser elegido, los ancianos no suelen elegir a sus cuidadores como los niños no suelen elegir a sus canguros, suelen ser figuras impuestas y en muchos casos indeseadas.
 
Intuyo que no debe ser fácil llegar a una edad en la que se impone asumir la propia dificultad (o incapacidad) para tareas tan elementales como el aseo, la alimentación o el vestido. Y si duro debe resultar asumir este tránsito entre la autonomía y la dependencia, más duro debe ser aún percibirlo a través de los ojos de los demás, los seres queridos, que no viven tranquilos si no existe esa figura del “cuidador” alrededor para cumplir la doble misión de ocuparse del anciano y aliviar la conciencia de quien le contrata.
 
En este caso, Frida, es una mujer estonia afincada en París desde su juventud, con un carácter de “rompe y rasga” al que Jeanne Moreau interpreta con inusitada fuerza y un magnetismo propio de la enorme actriz que en su día fue (acaso) la mayor musa de la Nouvelle Vague. Su solitaria ancianidad sólo se ve acompañada por las fugaces y espaciadas visitas de Stéphane (Patrick Pineau) con quien a pesar de la marcada diferencia de edad, mantuvo en el pasado una relación sentimental cuyos rescoldos aún atenazan el amor y el deseo de una Frida que no se resigna a renunciar a su sexualidad por el simple hecho de ser una anciana. 
 
Será el propio Stéphane el que movido por la preocupación y por cierto sentimiento de culpa, contratará a Anne, que al inicio del film se encuentra en Estonia donde vive cuidando a su madre afectada de Alzheimer. 
 
A pesar de no ser la primera persona que se ocupa de su cuidado, la aparición de Anne, auténtico personaje central de la película e interpretada con sutileza y enorme elegancia por Laine Mägi, vendrá a turbar la existencia de Frida al tiempo que supone para la propia Anne una válvula de escape de la situación de aislamiento emocional en la que se encontraba en su Estonia natal tras fallecer su madre y sufrir el desdén de sus hijos. Para Anne, París supondrá el asomo a una vida sólo intuida hasta entonces, sus largos y solitarios paseos nocturnos por un París plagado de escaparates servirán para abrir unos ojos sentimentalmente cerrados y una mentalidad tradicional y conservadora situada en las antípodas de la liberalidad con la que Frida parece haber vivido su vida.
 
El guion, escrito por el propio director Ilmar Raag junto a Agnès Feuvre y Lise Macheboeuf discurre como he dicho por un camino ya trillado tanto en la literatura como en el cine, y lo hace sin grandes sobresaltos y con una narración un tanto previsible, aun así, el film funciona apoyado en una exquisita ambientación (París es uno de los mejores platós de cine del mundo), una cuidada puesta en escena y unas inspiradísimas interpretaciones de su trío protagonista. 
 
Si bien, también es cierto que hay otras líneas argumentales accesorias a esta trama central: el tema de la inmigración y de cómo se difumina el sentimiento de patria cuando uno lleva mucho tiempo alejado de ella; la evolución que el paso del tiempo ejerce sobre los vínculos afectivos; la diferencia de edad como un elemento inestable en las relaciones sentimentales; la diferente aceptación de la madurez en función de las diferencias de personalidad o el descubrimiento de la libertad a una edad tardía por parte de Anne, una mujer que por primera vez en su vida no es necesitada ni por su madre ni por sus hijos.
 
Una Dama en París, coproducción entre Francia, Estonia y Bélgica, es film delicado, exquisito en la realización y muy disfrutable por un público que busque una historia intimista que mueva a reflexionar sobre las diferentes necesidades afectivas que todos tenemos en nuestras diferentes edades.

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