martes, abril 16, 2024

Crítica de ‘The Imitation Game (Descifrando Enigma)’: matemáticas en tiempos de guerra

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
The Imitation Game (Descifrando Enigma)

Que levante la mano el que no haya tenido en el colegio un compañero con pinta de atolondrado, con dificultades de adaptación al medio e integración con sus colegas y que con el paso del tiempo haya despuntado como artista, científico o sencillamente ocupado un puesto importante para el que nadie le hubiera creído capaz en el colegio. «A veces las personas a las que nadie imagina capaces de nada, hacen cosas que nadie imagina». Este es el mantra que The Imitation Game repite al menos en tres ocasiones a lo largo de su metraje para contarnos tres momentos de la vida de Alan Turing, el matemático y criptógrafo británico cuyos descubrimientos tuvieron una gran (aunque poco conocida) relevancia para el devenir de la Segunda Guerra Mundial y una vital trascendencia en el desarrollo de los ordenadores tal y como hoy los conocemos.

Y para contarnos estos tres momentos de la vida de Turing, el guionista Graham Moore (basándose en el libro de Andrew Hodges) ha escrito un libreto en tres tiempos diferentes que el director noruego Morten Tyldum en su primera producción internacional ha filmado con pulso firme para que montados entrelazadamente compongan una película fácil de seguir y con algunos momentos emocionantes.

Los tres tiempos referidos, a saber, el internado de Sherborne en 1928, el Londres de 1939 y el Manchester de 1951 no ocupan de manera proporcional la película, de hecho, los fragmentos del internado de Sherbone son apenas tres o cuatro secuencias que tratan de mostrar la transición entre la infancia y la adolescencia de Turing (interpretado por el joven Alex Lawther) y que sirven como engranaje para entender mejor el carácter y la personalidad del matemático. El episodio de Manchester en 1951 sirve como apertura y cierre del film con algún otro inserto a lo largo del metraje para ayudar a sostener cierto grado de intriga.

El grueso del relato es ocupado por el segmento central, cuando Londres entra en la Segunda Guerra Mundial y el servicio de inteligencia británico contrata a un equipo de criptógrafos, lingüistas y matemáticos para que traten de descifrar los códigos cifrados con instrucciones de guerra que los alemanes emplean a diario a través de una máquina llamada “Enigma” (de ahí el sobretítulo español Descifrando Enigma).

Y es precisamente este segmento central donde disfrutamos de una interesante trama a caballo entre una película de espías y el drama de un hombre atormentado por su condición sexual. Benedict Cumberbatch hace una brillante recreación de Turing en un papel lleno de esa soberbia intelectual que en la serie Sherlock lleva al extremo. Keira Knightley se aparta de su  habitual catálogo de mohines y realiza su mejor interpretación desde Expiación. Del resto del reparto destacan el fiscal de The Good Wife, el chofer de Downton Abbey y el líder de la casa Lannister en Juego de Tronos (Matthew Goode, Allen Leech y Charles Dance respectivamente), así que los forofos de las series de televisión lo pasarán pipa.

A The Imitation Game se la ve venir de lejos como una de esas producciones que desde su inicio son concebidas para concurrir a la carrera por el Óscar, con una cuidadosa producción (en este caso mayoritariamente británica aunque estén los Weinstein al mando) un reparto de campanillas y un excelente acabado (bonita partitura de Alexandre Desplat) de todos los detalles técnicos y estéticos para elaborar un delicado producto que llegue a todo tipo de espectador sin desagradar a (casi) nadie.

El problema es que para este (respetable) objetivo tanto el guión de Moore como la dirección de Tyldum pagan el precio de realizar demasiadas concesiones a la galería, así, ante algunas derivas argumentales optan por el camino más fácil, escribiendo con trazo grueso y filmando con pereza algunos dilemas morales que de haber sido tratados con más enjundia, harían que el film tuviese un poquito más de cuerpo y un poquito menos de edulcorante.

Este abandono hacia la vertiente más sentimental se hace especialmente notorio en un epílogo final, quizá un poco innecesario desde el punto de vista argumental, pero muy útil para terminar de atornillar al espectador y para que Cumberbatch y Knightley apuntalen sus interpretaciones con un último impulso hacia la nominación al Óscar.

1 COMENTARIO

  1. Deseando verla para ver a Cumberbatch en acción y en mi ciudad solo ha estado una semana en cartelera… me tocará esperar y verla post-oscars, ya sabiendo si le dan la preciada estatuilla a su protagonista

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