jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos’: Un extendido y deslucido final

Las críticas de Óscar M.: El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos
¿Recordáis dónde nos quedamos la última vez? Peter Jackson (Rey del universo Tolkien y Maestro de los alargamientos argumentales innecesarios) nos dejaban a medias, como a mitad de un «hobbitus intrruptus». El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos llega para dar el empujón final, el carpetazo definitivo a la saga (puesto que los herederos de Tolkien tampoco están conformes con las adaptaciones cinematográficas y no cederán, de momento, los derechos de «El silmarilion»).
Pero volvamos a la Tierra Media, donde Bilbo y el grupo de enanos han llegado a Erebor (hazaña que les costó casi película y media), han entrando en la montaña, han despertado al dragón Smaug y éste ha salido de su guarida para destruir, una vez más, el pueblo del lago al pie de la Montaña Solitaria.

La aventura con el dragón, tan reservada para la segunda parte (El hobbit: La desolación de Smaug, que se estrenó el año pasado), termina antes de que aparezca en pantalla el subtítulo de la película y ahí es donde la adaptación se vuelve más pesada, extendida y soporífera. A pesar de intentar mantener el interés del espectador con las escenas añadidas de las aventuras de Gandalf o cómo los enemigos se preparan para la batalla del título, Jackson se entretiene en exceso en banales conversaciones y el espectáculo queda excesivamente relegado a un segundo plano.
La curiosidad del espectador se vuelve a recuperar pasada la primera hora, cuando se centra en la excesivamente espectacular batalla (evento que en el libro es apenas un par de páginas en el formato de bolsillo y que aquí se ha alargado hasta cubrir las dos largas horas que dura esta tercera entrega), aunque ya el interés está tocado y es fácil que campe la desidia (sobre todo si el espectador ha dado alguna cabezada en la primera hora) entre tanto personaje anónimo clonado -la batalla es prácticamente un videojuego en el que el espectador no participa- y tanto plano generado por ordenador.
Como en las anteriores partes de este cuento, las interpretaciones son un buen soporte para la historia: Martin Freeman, que nos había ganado con la segunda parte, tiene quizás un menor protagonismo ahora, siendo el personaje que más evoluciona (aunque sea rápidamente) el de Richard Armitage, quien tiene que esforzarse para parecer real por estar rodeado de las pantallas verdes que reproducen el interior de Erebor.
Los cambios respecto al texto original dejan un sabor algo agridulce a los seguidores de Tolkien: era previsible desde El hobbit: Un viaje inesperado que Jackson haría de Azog el enemigo final, pero la resolución es bastante insatisfactoria (probablemente por la impuesta grandiosidad, que el personaje no tiene) y la facilidad de acabar con ciertos enemigos (hay unos trolls gigantes que parece que van a dar mucho juego y se los quitan de en medio con una simple lanza…) llega a ser incomprensible.
Algo similar sucede con la despedida de los personajes, eternamente alargada (como ya sucedía en El retorno del Rey), con escenas que no aparecen en el libro (aunque hayan suprimido escenas más importantes como el reparto del botín o la despedida de Bilbo y Thorin, que seguramente se verán en la doméstica versión extendida) y con una película que se resiste a terminar su duración (los títulos de crédito están a punto de rozar la eternidad).
La música de Howard Shore también continúa el estilo marcado en anteriores composiciones para la saga, quizá un poco más épica por la batalla del título, aunque alejada de la grandiosidad de la trilogía de El señor de los anillos, y lamentablemente con temas menos reconocibles con posterioridad a abandonar la sala.
Lógicamente hay puentes hacia la trilogía precedente, tanto musical con argumentalmente, Jackson es muy listo y sabe que a los espectadores que han visto ya cinco películas ambientadas en La Tierra Media les encanta que haga referencias a personajes, situaciones y eventos que van a ocurrir con posterioridad en la trama.
Injustamente hay que comparar El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos con las películas precedentes y ahí esta tercera parte no sale bien parada, la trilogía de El señor de los anillos gana a esta nueva tanda de adaptaciones, las cuales ha quedado marcadas por su excesivo metraje y han castigado a esta tercera entrega como la menos emocionante o interesante de esta segunda trilogía.
Una lástima que no hubieran realizado sólo dos películas (como era el plan inicial) y que las exigencias de los estudios implicados hayan provocado el estiramiento innecesario del final de este segundo viaje por la tierra inventada por Tolkien.

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