martes, abril 16, 2024

Crítica de ‘Transformers: La era de la extinción’: Efectos especiales durante casi tres horas

Las críticas de Óscar M.: Transformers: La era de la extinción

Llega a las carteleras la cuarta entrega de la saga Transformers, de la cual un espectador medio podría pensar que han ido mejorando según crecía el número de la secuela, pero lo único superior de Transformers: La era de la extinción respecto a la tercera parte han sido los efectos especiales y la duración de la película.
Los fans de Michael Bay van a tener una duradera erección de casi tres horas como si se hubieran comido un bocadillo de viagra: Transformers: La era de la extinción tiene todos los ingredientes del cine de Bay: contrapicados molones que hacen pensar al espectador que cualquier conversación es trascendental para el destino de la raza humana, explosiones a raudales, fogonazos de luz al más puro estilo J.J. Abrams y muchas carreras absurdas mientras los Transformers se dan de leches o destruyen cualquier ciudad.

A Bay, especialista en justificar el presupuesto de sus películas, nadie le puede echar en cara que los 210 millones que ha costado hacer esta secuela no estén bien invertidos: hay tal derroche de efectos especiales durante las casi tres horas que dura la interminable secuela que el espectador se traga las explosiones como si se tratara de palomitas.
Ehren Kruger firma un guión vacío (como viene siendo su tónica habitual), con cuatro momentos destacables y mucha ausencia argumental, donde apenas hay consecución o consecuencia de los actos destructivos de los robots espaciales, donde para los humanos todo es correr de un sitio a otro (con motivaciones cogidas con pinzas) y donde la acción se traslada a Hong Kong (e incluye a actores asiáticos) porque los chinos han puesto dinero en la producción.
Una historia familiar de teleserie con la bandera americana como fondo en todas las escenas, mucho caos y destrucción sin explicación, explicaciones absurdas (similares a lo peor de Prometheus) que se reservan estúpidamente para la última media hora… Kruger no sabe estirar el chicle sin usar frases cliché como «No quieras saberlo» o «Todo a su tiempo» y para colmo no es que deje a la película con un final abierto, es que directamente ha dejado la historia sin terminar.

¡Ah, los dinobots! ¿Alguien esperaba que el gancho de la cuarta entrega apareciera antes de los últimos veinte minutos? Pues no. Kruger enseña la patita y luego la esconde durante más de dos horas. El resultado es poco novedoso y muy escandaloso. Kruger ese gran vendedor de humo al que se le debería prohibir volver a escribir cualquier producción cinematográfica.

En el reparto, la aportación femenina, tras pasar por la lasciva Megan Fox (que echó pestes de sus dos apariciones) y sustituir a los labios en 4D de Rosie Huntington-Whiteley en Transformers: El lado oscuro de la luna, es una Nicola Peltz cuasi menor de edad con labios en 3D, a que le falta poco para enseñar el vello púbico y que no tiene casi ninguna escena donde no insinúe las tetas. Siguiendo esta evolución, se puede deducir que Bay es un pajillero salidorro de cuidado que sabe lo que darle al público heterosexual de la saga.
También han cambiado (por fin) al anodino de Shia LaBeoulf (otro que también se cagó en la saga, pero puede ser porque estaba de resaca o recuperándose de la resaca), por los bíceps de Mark Wahlberg, que tiene menos tiempo la boca abierta, pero ofrece una actuación igual de pésima que en El planeta de los simios.
Pero esto último no es culpa de Wahlberg, Bay es capaz de hacer que Stanley Tucci o Kelsey Grammer parezcan dos actores aficionados debutantes que se dedican a gritar lo que van a hacer sus personajes congestionando la cara y a los que sólo les falta terminar las frases con «muahaha», para que el público se entere bien de quién son los malos de la trama.
La música de Steve Jablonsky no merece la mayor atención, sigue en la línea de las anteriores entregas, donde todas las composiciones son prácticamente intercambiables, ya que ninguna aporta nada más que las partituras anteriores.
Concluyendo con la frase de Optimus Prime en respuesta a si habrá una quinta entrega: «Ya veremos» (si Paramount quiere, se podría añadir), aunque teniendo en cuenta la recaudación obtenida (y que ya sobrepasa el billón de dólares), no sería extraño que en dos años tengamos Transformers 5. Dios Michael Bay, no lo quiera.

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