sábado, abril 20, 2024

Crítica de ‘Llenar el vacío’: Rama Burshtein emociona al colocar en la balanza amor y sacrificio familiar

Las críticas de Carlos Cuesta: Llenar el vacío

Rama Burshtein dirige en su primer largometraje un relato creíble, cercano e íntimo de un momento clave de la vida de una comunidad jasídica, de judíos ortodoxos cuya rutina está marcada de forma rigurosa por los preceptos religiosos. Shira (Hadas Yaron) es una joven de 18 años que acaba de perder a su hermana durante el noveno mes de embarazo de ésta. El temor de que el marido acepte otra proposición de matrimonio que aleje al bebé de la familia alimentará las pretensiones de un enlace entre los dos. La muchacha se verá entonces forzada a escoger entre su felicidad y un sacrificado compromiso. 
Llenar el vacío acumula un trabajo de grandes actuaciones donde los rostros exponen con rotundidad un mensaje amortiguado por el silencio, acompañado con realismo por el sonido ambiente y canciones evocadoras y tristes. Los intérpretes recrean con absoluto realismo un grave momento de duelo que parece gestionado a medias entre la resignación y el fluir ultradelimitado de las normas comunales. El transcurrir de los acontecimientos sigue una angustiosa espiral que va anulando la escasa capacidad de decisión que Shira pudiera tener.

En el camino de contarnos esta historia, la directora y guionista nos ofrece retazos de un tipo de existencia en el que el hombre se dirige a su mujer con un mezcla de devoción purista y desconsideración muda. Ellas aguardan en una segunda línea durante las embriagadas celebraciones y caminan tras los varones por la calle. Pese a que la mujer cuenta con un papel clave y seguramente reconocido, no es sino el hombre el que controla la familia y por encima de él se encuentra el rabino, a quien se consulta cualquier banalidad que pueda acontecer a sus correligionarios.

La canción es manifestación viva del rezo, es algo festivo pero a la vez trámite y precepto. Incluso la felicidad y el jolgorio parecen algo institucionalizado. En ese contexto, las mujeres que no encuentran un marido al que consagrarse pasan a ser elementos extraños, desafortunados sobre los que se abate la vergüenza. Para Frieda, una joven solterona, la viudez del cuñado de Shira (Yiftach Klein) es la oportunidad de eliminar su gran preocupación pero también una fuente de tensiones entre las ramas familiares, cada una con sus propios intereses.

Esa incomodidad creciente, unida al dolor de la pérdida, están reflejadas con mimo y talento en una película que alarga en demasía la toma de la decisión, provocando la sensación en un momento del metraje de que el relato ha desandado parte del camino en vez de haber evolucionado. Durante la película queda sobradamente claro, incluso demasiado, el rango del sacrificio que la muchacha está dispuesta a hacer por su familia. (Spoiler). La escena final muestra con una brillante y cruda secuencia las duras consecuencias de su compromiso, que no quedan absolutamente claras hasta el momento en que el matrimonio queda totalmente cerrado con la ceremonia.
Llenar el vacío es una estupenda oportunidad de adentrarnos en el meticuloso y riguroso mundo de la ortodoxia judía a través de una historia que rebosa credibilidad y sentimiento. Si se puede reprochar algo es la falta de información que recibimos de las dedicaciones de los personajes fuera del entorno inmediato. Quizá este aspecto sea deliberado, para introducir al espectador en una forma de vida donde todo es interpretado, controlado y encauzado con arreglo a preceptos compartidos por los creyentes. 

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