martes, abril 23, 2024

Crítica de ‘Frozen: El reino del hielo’: Al servicio del entretenimiento infantil

Las críticas de David P. «Davicine»: Frozen: El reino del Hielo

Cuando en plena década de los 90 Disney dejó de ser el gran estudio que antaño creaba grandes películas, Hans Christian Andersen supuso un revulsivo y cambió el rumbo del estudio al adaptarse uno de sus cuentos más conocidos, «La Sirenita». A partir de ahí Disney recuperó su imagen de fábrica de sueños, y llegaron otros éxitos como La bella y la bestia, El Rey León, Pocahontas o Mulan.

El resultado de una década de esfuerzos de Disney para modelar una nueva película animada de otro clásico de Andersen, «La Reina de las Nieves» – maravillosa historia en la que se enfrentan el poder, la inocencia y el amor -, tan sólo ha tomado un parecido superficial a su fuente. La obra original, publicado en 1845, es el cuento más extenso de Andersen, con un estilo oscuro pese a su final feliz.


En Frozen: El reino del hielo los escritores y directores Chris Buck y Jennifer Lee han creado un relato más convencional alrededor de la obra de Andersen, mostrando las peripecias de dos hermanas, la joven Anna (con la voz en versión original de Kristen Bell) y la mayor Elsa (Idina Menzel), herederas del reino escandinavo encantado de Arendelle.

Una profecía condena al reino a un invierno eterno. Así que Anna se ve obligada a unirse a Kristoff, un audaz hombre de las montañas, y emprender un viaje épico en busca de su hermana, la Reina de la Nieve, para poner fin al gélido hechizo. Anna y Kristoff harán frente a temperaturas extremas, a criaturas místicas y lucharán contra los elementos en una carrera contrarreloj para salvar al reino de la destrucción más absoluta.

Podríamos decir que durante mucho tiempo Disney luchó por encontrar cómo contar una historia de preciosas princesas para hacer felices a los responsables del marketing, pero a la vez mitigar a los que quieren que las películas dejen claro a las niñas que puedan aspirar a algo más que ser rescatadas.  La desafiante arquera de Brave de Pixar iba en la dirección correcta, y Frozen: El reino de hielo tiene algo que debería complacer a ambas partes: Se trata de dos hermanas hermosas en un castillo, pero también trata de cómo superar el miedo a nuestras propias habilidades.

El inicio de la película nos presenta como han ido creciendo las hermanas herederas del trono, como han ido alejándose entre ellas, consecuencia del «don» de Elsa, y solamente el día de su coronación ella sale de su reclusión, aún sin saber si podrá controlarlo. Mientras tanto, Anna, con la memoria de su trauma infantil borrado, sólo aprecia el trato frío de su hermana mayor.

Estas primeras secuencias son suficientemente agradables, realzadas por un elaborado esfuerzo por detallar la ajetreada vida diaria en Arendelle y un divertido y entrometido personaje, el duque del vecino Weselton. Pero la verdadera historia y labor narrativa no se inicia hasta la coronación, donde todo parece ir a las mil maravillas, hasta que Elsa revela su poder, provocando una reacción similar a la vista en el baile de Carrie. Y el climax de la película, en lo que respecta a humor y entretenimiento, no llega hasta que Olaf entra en escena, un muñeco de nieve traído a la vida por la magia de Elsa, con dientes de conejo y ramitas a modo de brazos, con un optimismo irrefrenable y una fascinación impresionante por el verano que nunca ha experimentado, todo ello derivando en un inspirado momento musical.

El paisaje cubierto de nieve de Arendelle, incluyendo la creación del castillo de Elsa, es una maravilla visual, reforzada por el 3D, pero puede que el entorno no sea suficiente para compensar el diseño bastante pobre y el carácter genérico de los personajes principales. Una princesa que parece un sucedáneo de Enredados, y unos héroes estándar que poco aportan, y no nos dan pie a meternos en su piel. Tan sólo Olaf destaca y se merece su propia película.

Frozen: El reino del Hielo se permite introducir detalles curiosos que alejan la película de otras de Disney, pues a diferencia de la mayoría de los otros animales del estudio, el reno de la película no habla, por lo su dueño Kristoff hace de ambas partes cuando «conversan».

En lo que respecta a la banda sonora, de gran relevancia al ser un musical, con la excepción de «El amor es una puerta abierta», que parece un tema de High School Musical, las melodías son espectaculares, divertidas, muy amenas y pegadizas.

Puede que el final poco sorprenda, pues al tratarse de una película de Disney está claro que desde un primer momento sabemos como acabará, pero lo que no podemos predecir es cómo van a llegar hasta allí.

Frozen: El reino de hielo podría decirse que es uno de los mejores musicales animados de Disney desde la trágica muerte del letrista Howard Ashman, cuyo trabajo en La Sirenita y La Bella y la Bestia ayudó a construir la división de animación de los estudios en lo que es hoy.  Entretenida, con momentos musicales impecables, entretiene a los más pequeños de la casa y saca más de una sonrisa a los adultos. No es de Pixar, pero cumple su cometido.

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