miércoles, abril 24, 2024

Crítica de ‘¿Quién mató a Bambi? ‘: Desbarre a la española

Las críticas de Miguel Moreno: ¿Quién mató a Bambi?

 
Santi Amodeo nos vuelve a traer una comedia española de enredo de esas en las que el tráiler puede dar lugar a engaño. Digo esto, porque habiendo visto otras comedias que resultaron en mí mucho más divertidas que la presente, el sabor de boca es más agrio que dulce viendo el resultado final. Si en otras comedias como Primos, o incluso Pagafantas, uno sabe más o menos lo que se va a encontrar, en ¿Quién mató a Bambi? el listón comienza alto para poco a poco perder fuelle.

El reparto prometía, y es que viendo a Quim Gutiérrez y Julián Villagrán como el tándem perfecto para llevar el volante de la película, uno puede esperar diversión. Y la cosa empieza bien, prometiendo, no nos vamos a engañar. Y si lo que trataba Amodeo era de filmar una comedia del absurdo, doy fe de que lo consigue. Ernesto Alterio sería el baluarte de la película según mi punto de vista, el mejor actor con diferencia, y es que estos papeles se le dan de miedo. Uno tiende a reírse sólo con verle. El problema del disparate es que se viene abajo de forma estrepitosa pasada su primera mitad. La premisa del secuestro y los errores que se van cometiendo para comenzar el temido efecto bola de nieve son correctos, pero llegados a cierto punto, la cosa va cuesta abajo y sin frenos. Y cuando uno está viendo una comedia y piensa «ya después de esto, da igual lo que pase», pues malo. Y viene a ser lo que ocurre aquí. No me malinterpretéis, pues uno sabe lo que va a ver (el cartel lo dice todo) y además se agradece que el fin de todo no sea conseguir a la chica de turno o peor aún, reconquistarla, como viene siendo habitual en otras comedias. Sin embargo, hay muchos momentos que supuestamente deberían se graciosos y no lo consiguen, ya por recurrir al humor facilón, o por ser demasiado negro el humor en cuestión. 
Esto, por supuesto, es lo más subjetivo del mundo, pues cada persona tiene su propio sentido del humor. Pero cuando ciertos gags te dejan indiferente, la cosa empieza a peligrar. Personajes como los de Clara Lago son perfectamente prescindibles en la trama y no se sacan provecho, y cameos como el de Iniesta dejan claro que deberían haberse dejado a un lado en la sala de montaje, puras escenas de relleno metidas con calzador. Todo ello unido a un desbarre brutal en el que todo vale cerca del final, hacen que la comedia se diluya en un mar de sinsentidos y termine por perder la esencia.
Por otra parte, momentos «bien traídos» como la breve aparición de Carmina Barrios y su pasmosa naturalidad, o el momento del interrogatorio del personaje de Alterio (de lo más divertido de lejos) hacen recordarnos que a pesar de todo hemos venido a divertirnos. Otro punto a destacar por negativo es el abuso: Si consigues un gag divertido, no conviene estirarlo demasiado o lo estropearás (para muestra, los últimos momentos con el taxista) al igual que los momentos de enajenación del prescindible personaje de abogado y todo lo que ocasiona.
Lo sorprendente es el cariz que todo toma a partir de la primera hora. Los personajes empezarán a actuar casi sin motivo, y todo se enmaraña de tal forma que uno no sabe cómo va a acabar todo y lo más preocupante, si realmente tiene sentido. Personalmente, prefiero otro tipo de comedias en las que no se usa y abusa de los clichés ultrasobados de turno para sacar la carcajada fácil, y en este caso Santi Amodeo comenzaba bien su andadura, para luego caer en picado mortal.
En definitiva, otra comedia errada que si no esperas demasiado de ella te hará reír, teniendo en cuenta lo antes mencionado, todo depende de tu estilo de humor. Personalmente, con otras he disfrutado mucho más, como la estupenda Primos, de Daniel Sánchez Arévalo. Parece que algunos directores no encuentran el punto, ni saben rematar la jugada decentemente (el final es otra cosa que te deja frío) pero ateniéndonos al tipo de producto ofrecido, se le podía exigir más. Lamentablemente, todo se queda en una comedia del montón para pasar una hora y media desconectados de la realidad. Yo, personalmente, le hubiera exigido mayor divertimento y mayores risas. Curioso es, desde luego, que de las pocas personas que había en la sala fueran mis contadas risas y las de mi acompañante las únicas que se escuchaban.
Una comedia a la que poco se le puede alabar, y mucho se le podría exigir, porque potencial no le faltaba.

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