sábado, abril 20, 2024

Crítica de ‘Un amor entre dos mundos’: Efectos especiales al servicio del argumento

Las críticas de Óscar M.:
Un amor entre dos mundos

Muchas películas del cine actual se caracterizan por incluir obligatoriamente elementos innecesarios y artificios fatuos que apabullan al espectador con espectacularidad pero sólo consiguen enmascarar deficiencias e incoherencias argumentales.

Por suerte, Un amor entre dos mundos no es un ejemplo de ello y Juan Solanas ha escrito y dirigido una película imaginativa y fantástica (pero coherente con su planteamiento y sus prolíficas explicaciones iniciales) que encierra una historia de amor clásica.

El maderamen de la película podría resumirse como la típica y sencilla historia de amor que el cine ha mostrado cientos de veces: chico conoce a chica, chico pierde a chica, chico pasa el resto de su vida buscándola y, cuando la encuentra, tiene que volver a enamorarla.

Algo que, dentro del género en el que se encuadra, podría calificar a la película en la categoría de «ciencia ficción para chicas», pero que encierra una profunda y dura crítica a las diferencias estamentales de las ciudades y, por extensión, a las desigualdades sociales entre países (aquí representados como «un planeta superior rico y próspero que abusa del planeta inferior» y «un planeta inferior pobre e industrializado al servicio del planeta superior»).

La película transmite hábilmente estas ideas al espectador (como ya lo hizo In time previamente) para denunciar las desorbitadas diferencias entre países altamente industrializados y con economía baja, que viven al servicio de otros países más desarrollados económicamente, que aprovechan los beneficios del trabajo de los primeros y, además, cobran por sus servicios.

El público masculino (predilecto y principal foco de atención para las producciones de grandes efectos especiales) no quedará defraudado con la película, puesto que el imaginativo guion no cesa durante todo el metraje de introducir escenas «del revés» y situaciones que hacen (constantemente) plantearse al espectador si lo que está viendo en pantalla es físicamente posible.

Además, estas escenas producirán una necesaria y evidente sensación de vértigo (sobre todo en las escenas en lugares cerrados, como oficinas) y un leve mareo, pero la postproducción está tan trabajada que no se ha dejado nada al azar, ni siquiera las funciones fisiológicas más básicas. Quizás podría destacarse como aspecto negativo algunas escenas entre los protagonistas con diálogos poco desarrollados, aunque olvidable si no se le exige mucho a la película y se olvidan los pequeños agujeros del guion.

Algo que sí debería haberse mejorado es el precipitado final, parco en explicaciones, si se compara con el extenso comienzo (donde se relata con detalle la base científica sobre la que se apoya todo el argumento), lo que provocará una sensación de resolución fácil y rápida, con un epílogo que deja al espectador con la idea de que, tal vez, podrían haber estirado un poco más la historia.

La película está adornada con una música suave y unas canciones meticulosamente elegidas, que acompañan perfectamente a las escenas y que forman una banda sonora que podría encuadrarse dentro del estilo de «fácil audición» y que los espectadores podrán utilizar en sus momentos íntimos con sus parejas.

Un amor entre dos mundos es excelente para pasar una tarde entretenida con una película atemporal sin pretensiones, con un argumento imaginativo, pequeños momentos cómicos y correctas interpretaciones.

2 COMENTARIOS

  1. Jaja, me hace gracia eso de la banda sonora que los espectadores podrán utilizar en los momentos íntimos con sus parejas.

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