jueves, marzo 28, 2024

‘César debe morir’. La libertad a través del arte

Las críticas de Cristina Pamplona «CrisKittyCris»: César debe morir

Decía Sir Lawrence Olivier que un actor debía ser capaz de crear un universo en la palma de su mano. No creo que nadie dude hoy de los universos creados en la mano del que ha sido considerado uno de los mejores actores ingleses de la Historia. Pero cuando en esa palma se puedes recrear la Antigua Roma de Cesar, y no solo eso, sino que  puedes esconder entre cada dedo las intrigas, el honor, la venganza y la tragedia de William Shakespeare, es que has dado con un gran interprete. Uno quizá formado por los mejores directores y las mejores escuelas. Uno de esos que se puede permitir rechazar guiones, porque quién no querría tenerle en su película. 
Y aquí tenemos catorce actores capaces de cumplir con la norma del señor Olivier. Lo curioso es que no son actores, ni podrán rechazar guiones o trabajar con los mejores directores. El elenco de César debe morir está formado por catorce presos de la penitenciaría de alta seguridad de Revivía, en Italia, que mantienen unos talleres anuales de teatro.

Podría parecernos que sus directores y guionistas, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, o el director de teatro Fabio Cavalli, se han metido en un embolado más parecido al caos del Marat/Sade de Weiss, que a una tragedia shakesperiana, pero el resultado es puro talento interpretativo, que ayuda a que redescubramos un cine italiano que, en palabras del propio Paolo Taviani, está sufriendo un Renacimiento.

Y esta película, y su éxito tras ciertos desencuentros con la crítica (El destino de Nunik, Tú rie), les ha compensado. Lleva nueve premios entre los que se encuentran el Leon De Oro y el Premio del jurado de la Berlinale, y será la encargada de representar a Italia en la próxima ceremonia de los Oscars

El argumento de César debe morir no es una mera versión del «Julio Cesar» de William Shakespeare. El diálogo se repasa e interpreta en los ensayos en prisión, filmados en blanco y negro, porque los hermanos Taviani juzgaron  que el color daba demasiado realismo a la prisión.. Les sirve además como eficaz herramienta para marcar el flashback en la historia. Sufrimos en los ensayos interrupciones, guionizadas en todo momento, desencuentros o reflexiones entre presos. Taviani nos habla de falsa realidad, porque cada detalle salió de los meses que pasaron con ellos. 
Y es que los presos son la película, las pasiones de un material humano como ese… Ese Julio César magnífico, llamado en realidad Giovanni Arcuri y que cumple diecisiete años por tráfico de drogas. Salvatore Striano en el papel de Bruto, excriminal ya en libertad y con ganas de más cine. O Cosimo Rega, el intrigante Casio, que prueba cada año las mieles que le ofrecen las letras escritas hace siglos, sabiendo que nunca abandonará su celda. “Mientras interpreto me puedo perdonar” escribe uno de ellos a su esposa.
Película más que recomendable. Por su historia, por la osadía de la producción, e incluso por el sabor amargo que deja, y que consigue que una se queda con las ganas de que finalmente la vida sea una comedia de Shakespeare, un enredo lleno de malentendidos donde los malos no son tan malos y el arte fluye libremente.

Paolo Taviani durante la rueda de prensa a la que acudimos junto al pase

Besos de cine…

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