Las críticas de Carlos Cuesta en la 57 Seminci: Ginger and Rosa (Ginger y Rosa)
Ginger y Rosa son dos jóvenes amigas que prácticamente lo han sido desde que nacieron. Ginger (Elle Faning) es una chica tendente a lo intelectual, quiere ser poeta y ha tomado de su padre el espíritu reivindicativo; Rosa (Alice Englert) es una chica más pasional y espiritual, rebelde e insubordinada. Su padre la abandonó cuando era pequeña y eso marcó su personalidad y condicionó la conflictiva relación con su madre. A la edad de diecisiete años ambas hacen cosas normales de su edad y tratan de vivir sus aventuras, pero la madre de Ginger (Christina Hendricks) cree que su amiga es una influencia perniciosa.
Todo esto ocurre en Inglaterra, en plena Guerra Fría, cuando el horizonte de un posible holocausto nuclear se puede ver desde cualquier parte del mundo. Ginger acude a reuniones y mítines, cree que hay que pasar a la acción. Rosa piensa que lo único que se puede hacer es rezar. Ambas tiene a Roland, el padre de Ginger (Alessandro Nivola), como un héroe bohemio que fue a la cárcel por su insumisión cuando intentaron reclutarlo. Las dos descubrirán que su espíritu afable y rebelde tampoco entiende de ningún tipo de convencionalismo cuando empiece a interesarse sexualmente por Rosa.
Ginger y Rosa es una muy buena película que goza de una gran selección de los escenarios, de unos diálogos amenos, intensos y creíbles y de una historia un tanto perturbadora cargada de tensión. El desastre nuclear es un reflejo de vidas en equilibrio inestable que están a punto de desmoronarse. El arrebato pacifista de Ginger parece más una vía de escape de sus problemas reales. Inconscientemente sabe que algo va mal, que los conflictos verbales entre sus padres apuntan hacia una situación insostenible. Su repentina separación en el transcurso de la película enlaza con un episodio traumático cuando escuche a su mejor amiga de toda la vida haciendo el amor con su padre. Prefiere evadirse en su lucha contra un hipotético holocausto nuclear antes que afrontar otras cuestiones terribles que ocurren ante sus narices y que no está dispuesto a asumir.
Oliver Platt y Timothy Spall interpretan a una pareja homosexual que apadrina a Ginger. En contra de lo que sería el pensamiento habitual de la época, el suyo parece el hogar más normal de todos, el más calmado, el más sereno y el que inspira más paz y amor. Junto a otra de sus amigas (Annette Bening), suponen un entorno intelectual para la chica y ella toma referencias de comportamiento y valores que le empujan a continuar su lucha contra la carrera armamentística mundial.
El de Rosa es un hogar desestructurado, no soporta a su madre y encuentra en Ginger su evasión, su diversión, su compañía, y en el padre de ésta un modelo paternal pero también un hombre aventurero y de una honda profundidad emocional. Ella cree que son almas gemelas y se deja seducir sin pensar en la situación que está provocando.
Si no has visto la película quizá no debas continuar leyendo. Bien. Avisado. Todos los actores hacen un papel estupendo, aunque Elle Faning borda un personaje complejo que requiere de muchísima expresividad, contención y de la capacidad de mostrar muchos rostros diferentes y distintos grados de una mismo sentimiento, hasta alcanzar niveles muy altos de frustración que culminan en una explosión final sobrecogedora. La evolución del padre está especialmente trabajada, va trasformándose de una figura divertida, jovial, inspiradora, en una persona inútil, que justifica su inutilidad y su amoralidad en el derecho a la libertad.
Los acontecimientos se irán acumulando como una bola de nieve; la frustración de Ginger, la humillación de la relación de su mejor amiga, que se aleja, con su padre, que va disipando su aura de perfección; la pérdida de la estabilidad familiar; el miedo a una guerra; todas estas circunstancias irán aumentando la congoja dentro de ella hasta que explote dentro de ella una bomba nuclear emocional que sacudirá su mundo.