Con un tono respetuoso pero al mismo tiempo haciendo patente la absurdidad y contradicciones del sistema censor, Alberto Gil nos presenta las conclusiones que obtuvo de los dos años que pasó inmerso en el Archivo General de la Administración, rescatando expedientes, copiando párrafos y frases antológicas encontradas en los mismos, y fotocopiando carteles y fotos promocionales tachados o modificados. Agrupados los capítulos en tres temas fundamentales, el amor y el sexo, la religión y la moral, y la política y la sociedad, se hace patente la opinión variable de los censores sobre temas tan variopintos como los besos, la homosexualidad, el baile, los bajos fondos, el adulterio, el matrimonio y el divorcio, lo español, el fascismo, etc.
Así nos enteramos de la intervención en obras de la talla de Psicosis de Alfred Hitchcock, catalogada como una obra maestra del montaje cinematográfico, en la que se recortaron todos los planos de desnudo de la memorable escena del asesinato de Marion a manos de Norman Bates. También de la prohibición de Roma Ciudad abierta de Rossellini acusada de comunista, ó el corte de una de las secuencias de Bananas de Woody Allen, donde un sacerdote al toser un fiel al que va a dar la comunión aprovecha para hacer propaganda de una marca de cigarrillos parodiando los anuncios de televisión, ó la polémica creada tras el estreno de Jesucristo Superstar, incluyendo en el expediente las cartas reprobatorias de varios representantes de organizaciones cristianas.
Incluye un interesantísimo apéndice con reproducciones de los carteles o fotografías censurados con los apuntes a bolígrafo de los mismos censores, en el que se retocan escotes, alargan faldas, se suprimen palabras como “amante” o cualquier término relacionado con la cama o sus accesorios. Y se indaga en el arbitrario cambio de los títulos de los estrenos, como la transformación de El juicio de Nuremberg en Vencedores o vencidos ó, por el contrario, la inocua Cara a cara de Ingmar Bergman por el más sugerente Cara a cara al desnudo, y en la supresión en los diálogos de palabras habituales como puñetera teta, cabrear, etc., por expresiones ñoñas que quitaban el sentido y el ardor a los personajes.
Un estupendo libro que nos hace reflexionar sobre la responsabilidad de la censura por la cantidad de películas que cambió, prohibió o mutiló, por los directores que vieron sus obras alteradas por unos individuos que arbitrariamente cambiaban un final, una escena, un diálogo, etc.., Un libro que se pregunta qué influencia tuvo dicha labor en una sociedad que consumió cine alterado y que impidió en su totalidad el desarrollo de la carrera de grandes directores como Buñuel, Berlanga ó Fernando Fernán Gómez, y que incluso es considerada fuera de nuestro país una de las más activas y absurdas, como se dice textualmente en la publicación especializada el Dictionnaire de la censure au cinema, “Pocos países han alcanzado las cimas de una censura triunfante como la española de Franco, convirtiendo en un verdadero sistema el absurdo de sus principios y sus contradicciones”. Con eso está todo dicho.
Fuente: Metropolis Libros