viernes, abril 19, 2024

54 SEMINCI: Tercera jornada (V). «Me indigna que el sexo explícito se condene y la violencia explícita se tolere»

El Teatro Calderón se convierte en estos días de Seminci en el cuartel general de decenas de periodistas que malcomen, madrugan y se empapan de cine hasta calarse. En el Salón de los Espejos aguardamos la llegada del equipo de Castillos de Cartón mientras conversamos con los compañeros de la televisión gallega acerca de nuestras impresiones sobre la película. Eco nacional. Hablamos de una supuesta ausencia de ese mismo eco, pero en internacional, con otros cinéfilos mientras llega Salvador García Ruiz. Sencillo, discreto, de conversación agradable, reflexiva y razonada, él no sólo nos revela sus raíces vallisoletanas (por parte de madre) sino que reclama el papel internacional y de calidad del festival, con un recuerdo claro para Fernando Lara de quien dice «colocó a la Seminci en el mapa. Estuve tres años en una agencia de noticias, veía cinco películas del festival, tres por la mañana y dos por la tarde. Acababas destrozado, pero es que en una semana veías el mejor cine del mundo». Así de contundente. Pasaba después a hablarnos de su proyecto actual.

No teme para su película la calificación de X y va más allá. Se lamenta vehementemente del hecho de que cada vez las producciones audiovisuales y la sociedad que las contempla sean más permisivas con la violencia pero más conservadoras, en temas sexuales, que en los 70. «Me indigna que el sexo explícito se condene y la violencia explícita se tolere cada vez más. Hace dos años se prohibió el cartel de Diario de una ninfómana (en él la actriz introducía una mano en sus bragas) y ahora en el mismo metro de donde se retiró vemos imágenes de una película en las que hay un guante hecho con piel humana», se refiere García Ruiz a la calificación dada hace unos días a la VI entrega de la saga Saw (cuyo estreno se ha retrasado para solucionar esta cuestión, debido a su apología de la violencia). Se muestra totalmente de acuerdo con esa calificación e incide en que si las películas de sexo deben relegarse a salas especiales, lo mismo debe ocurrir con las películas explícitamente violentas.

Su película es explícita, en cuanto a la cama se refiere, pero mucho menos de lo que es el libro, prolijo en detalles de cada una de las relaciones del trío que ejecutan los personajes una y otro y otra vez (para deleite de los fans de Adriana Ugarte, supongo). Adaptación de la novela de Almudena Grandes, Castillos de Cartón es su visión de la novela. Entiende que a la hora de adaptar una obra literaria, o al basarse en ella, uno debe ser fiel a sí mismo y no pensar en el autor original, dentro del respeto. «No puedes meterte en la cabeza del escritor, ni hacer lo que el querría que hicieras», afirma con decisión.

Él marca dos diferencias respecto al libro; deja el final más abierto, aunque de forma indirecta un monólogo del personaje de Nilo Mur, Marcos, adelante lo que pasará con ellos. Al final la relación fracasa «por ellos, porque no son capaces de afrontar sus problemas». Afirma que la escena eliminada con respecto del libro no se verá en otro edición, ni en el DVD, de hecho no es partidario de este tipo de ediciones. «Las películas son también hijas del momento en que se hacen». Castillos de Cartón seguirá como la vimos en Seminci. El otro cambio, a diferencia de la obra escrita, es el hecho, para él muy relevante, de que la historia no se trata de una evocación, ni de un recuerdo, sino del presente.

En cuanto a las diferentes facetas mostradas en la película (las inquietudes y temores artísticos de los protagonistas, su relación íntima y su evolución psicológica) sostiene que no se había planteado la forma de integrarlas de una forma paralela y constante en la película, sino que lo ha desarrollado de tal manera que se toman extractos de sus vivencias que nos ofrecen estos tres aspectos de forma un tanto disgregada. Deja así para el final de la película las reservas, envidias y celos entre los dos personajes masculinos. Mientras, habla del personaje femenino que interpreta Adriana Ugarte como la más inocente de los tres, la más honesta. «Ella les dice que les ama, pero ellos a ella no, se dejan querer y, en el fondo, se aprovechan de ella», sostiene el director.

Con los tres actores vivió un duro proceso de preparación, ensayo y rodaje llevado hasta el cansancio. En él tuvieron tiempo y necesidad de hablar de sus propias experiencias sexuales para dar forma en pantalla a un encuentro de cuerpos bastante plástico y estético. «La verdad es que no había planteado la opción de un asesor en tríos, ni se si existen. Lo que sí hicimos es hablar de nuestras propias experiencias. Tampoco quería acrobacias», incide.

Nos despedimos de él, no sin antes pedirle que refleje su firma para unirla a la de todos los artistas de Seminci a los que hemos tenido el placer de conocer y, por supuesto, después de ficharle por los siguientes delitos: Inteligencia, sensibilidad, capacidad para conocer sus propias limitaciones, valentía, educación, capacidad de expresión, conocimiento sobre el cine y, además, modestia. «Uf, yo no podría escribir una novela propia, no soy lo suficientemente inteligente. El miedo al papel en blanco es terrible». Muchas gracias.

Imagen: Carlos Cuesta.

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