‘Bajo el mismo cielo’, bajo distinto techo

En el marco del Festival SeminciTv hemos podido ver la última película (o telefilme, según llaman ahora a las películas de televisión) de la directora Silvia Munt, Bajo el mismo cielo.

La película parte de hechos reales, donde se nos narra el conflicto familiar que surge en un matrimonio marroquí en plena crisis y separación y las repercusiones en los hijos. El cabeza de familia se siente desplazado en España, donde es acusado de forma injusta por su procedencia, y no logra salir del bache laboral en el que se encuentra. Por su parte, la esposa lleva una vida más ordenada, con trabajo y amistades que la permiten disfrutar mejor de su estancia en el país. Cuando el cabeza de familia decide regresar a su país y su esposa no lo desea, comienzan los conflictos generados por el «machismo» de un país que requiere la obediencia de la esposa, y donde los hijos se encuentran en un fuego cruzado, debiendo decidir su hija mayor si viaja a Marruecos con su padre o permanece al lado de su madre en el país que la ha acogido y del que se siente identificada.

Las relaciones entre los personajes son reflejadas de una forma sutil y bella, entablando conversaciones intensas entre padres e hijos, alumnos y profesores, y amigos y familiares, que nos sorprenden mostrando todas las facetas posibles de los distintos comportamientos humanos sobre el racismo, mostrando personajes abiertos a otras culturas y personajes que se cierran a todo lo que venga de fuera, visto ambos hechos desde ambas fronteras.

Muestra perfectamente un mundo contradictorio y complejo, donde ha logrado a través de bellos planos y conversaciones llenas de intensidad plasmar perfectamente una situación real y desmontar los clichés que hay entorno a la cultura marroquí.

La interpretación del protagonista, Abdel Hamid Krim, nos deja asombrados ante la tristeza y el odio que puede llegar a sentir un hombre desplazado de su país. Personajes reales en la cruda realidad de los conflictos, donde merece mención especial el profesor interesado en el bienestar de la hija que, desde sus propios y distintos problemas, se siente identificados con los de la hija implicada. El dramatismo que aporta la mirada triste de los protagonistas, cada uno con sus propios conflictos internos, nos involucra en la película hasta hacernos sentir culpables por no hacer nada ante lo que vemos cada día.

Perfectamente hilado un argumento difícil de tratar y duro que nos aborda en nuestra época y que como viene siendo habitual es más fácil verlo reflejado en películas de televisión que en la pantalla grande, pero que merece un hueco muy especial en la filmografía de la directora, formando parte de una colección de películas sensibles, no solo con el espectador, sino con los propios personajes, identificados en todo momento con alguna persona que podamos cruzarnos por la calle y de la que desconocemos sus problemas.

Intensidad y dramatismo son los dos adjetivos con los que esta película debe perdurar en la retina de los que deseen ver reflejado todo aquello que los telediarios nos muestran superficialmente. No se necesitan grandes efectos especiales, grandes presupuestos, ni grandes estrellas para llevar una obra muy correcta a todas las pantallas. Parece que la televisión ha llevado al cine a un nuevo plano, un plano en el que deberían entrar a tomar nota las grandes producciones que se gastan el presupuesto en estrellas y efectos cuando no tienen un guión sólido que les respalde.