jueves, abril 25, 2024

Un monstruo viene a verme

Acercarse al mundo de la infancia a través del cine es un ejercicio muy arriesgado, en primer lugar porque hay que tener una buena historia que contar para no caer en lugares comunes y, en segundo lugar, porque cuando un largometraje se apoya en un intérprete infantil, es absolutamente imprescindible que esté muy bien elegido. Lo de que los niños siempre “dan bien” en las películas es una de las mayores falacias que  circulan sobre el mundo del cine. A un niño hay que dirigirle bien, cierto, pero también tiene que tener mimbres de actor, es imprescindible que tenga un rostro empático, de esos que se pegan a la cámara, y que encaje con la naturaleza del personaje, ya sea por su vis cómica o por su capacidad dramática. Y no nos confundamos, el hecho de que sea un buen intérprete infantil no significa que luego vaya a ser un gran actor adulto, es algo que puede ocurrir como en el caso de Christian Bale en El Imperio del Sol (Steven Spielberg, 1987) o no ocurrir: Henry Thomas en E.T. El Extraterrestre (Steven Spielberg, 1982).
 
Juan Antonio Bayona ha conseguido con solo tres largometrajes de ficción (documentales y producción televisiva al margen) acercarse al mundo de la infancia de un modo muy personal, los niños de sus películas no tienen una vida fácil, o están enfermos, o sufren una catástrofe natural o sufren de un inmenso aislamiento emocional víctimas de difíciles situaciones en el colegio y en su familia. No sé si Bayona supervisa personalmente los casting para elegir a los intérpretes infantiles de sus películas, pero sea quien sea el responsable de la elección, lleva un pleno de aciertos en las tres películas. Tanto el pequeño Roger Príncep de El orfanato como Tom Holland (actual Spider-Man) en Lo Imposible resultaron ser fundamentales en el éxito de los films aunque el peso de los mismos los llevaran sus respectivas madres, Belén Rueda y Naomi Watts. El hallazgo de Lewis MacDougall en Un monstruo viene a verme supone un nuevo descubrimiento. La película, a pesar de sus muchísimos méritos, se apoya en él, si él no funcionara, todo lo construido por Bayona y su equipo se derrumbaría como un castillo de naipes. Y si no, que se lo pregunten al mismísimoSpielberg (no puede ser casual que sea la tercera vez que le cito en dos párrafos hablando sobre la infancia en el cine) cuyo Mi amigo el gigante no termina de funcionar, precisamente, porque no funciona su niña protagonista. 
 
Leer la crítica completa de José Francisco aquí.

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