viernes, marzo 29, 2024

Crítica de ‘Freeheld, un amor incondicional’: Un capítulo más en la historia de los derechos civiles

Las críticas de Cristina Pamplona «CrisKittyCris»
 Freeheld, un amor incondicional


Hace unos meses se aprobaba una ley en Carolina del Norte y Mississippi que permitía el veto a homosexuales en comercios amparándose en razones religiosas. Meses antes, el gobierno de los Estados Unidos legalizaba el matrimonio gay. Es solo una de las tantas incongruencias e injusticias que vivimos cada día. En estos días en los que una ola de conservadurismo parece amenazar derechos ganados con esfuerzo y tiempo, Freeheld, un amor incondicional viene a recordarnos que la lucha por la igualdad entre ciudadanos pertenezcan al sexo, raza, condición sexual o credo que sea, está lejos de ser alcanzada. 
Nueva Jersey, 2005. Laurel Hester, inspectora brillante, respetada por sus superiores y destinada a convertirse en la primera teniente del condado, es diagnosticada con un cáncer terminal. Tras una vida viviendo su homosexualidad a escondidas, Hester descubre que a su muerte, su pensión no irá a Stacie, la mujer que ama y con quien vive. Su última batalla no será contra la enfermedad, sino por alcanzar los mismos derechos que tiene cualquier ciudadano heterosexual.

La historia ya había sido objeto de un documental del mismo título, dirigido por Cynthia Wade que ganó un premio de la Acedemia en el 2008. Ron Nyswaner, galardonado con el Oscar por el guión de Philadelphia e importante activista del movimiento LGBT, se interesó por el guión cinematográfico que llevara a Laurel Hester a la gran pantalla y con ello al público de todo el mundo. No obstante, Nyswaner ha denunciado la continua censura de los productores que tenían miedo a que su pareja protagonista, Laurel y Stacie, resultara “demasiado lesbiana”. En efecto, la relación de estas dos mujeres resulta hasta cierto punto asexual, enfocando todo el drama en la enfermedad y lucha política de Hester, en lugar de en la relación de pareja. De hecho, la primera media hora de película, transcurre con un ritmo lento y desapasionado en el que estas dos mujeres parecen conectar por simple desidia hacia todo lo que les rodea, en lugar de por un amor verdadero. No es hasta que entra en escena la enfermedad, que podemos disfrutar de escenas de verdadera intimidad entre sus personajes. A pesar de ello, la cinta destila en más de una ocasión emoción y unas actuaciones magníficas. 

Con un rodaje limitado a veintisiete días y un presupuesto humilde, el director Peter Sollett (Nick y Nora, una noche de música y amor) abrió el set a Stacie Andree, viuda de Laurel Hester, y a Steven Goldstein, activista y abogado involucrado en la causa. De este modo Sollett se aseguraba de que el reparto tuviese siempre en mente cuan importante era la historia que estaban retratando. Stacie y Steven guiaron además a los actores en su construcción de personajes. 

Hablar del elenco actoral se hace complicado por el peso que cada uno de los personajes principales tiene dentro de la historia. La carga dramática la soportan casi en su totalidad las dos actrices protagonistas. En cuanto a ellas, he de decir que Julianne Moore se me queda incompleta. Tal vez porque ya se espera de ella una actuación intachable, me ha dejado un poco fría en su interpretación de Hester. Ellen Page, sin embargo, está perfecta y conmovedora. He leído por ahí como muchos críticos otorgan todo el mérito de su trabajo al hecho de que Page es homosexual. Con todo respeto, eso no solo me parece una estupidez, sino un verdadero insulto al talento de la actriz que se basa principalmente en el compromiso con el personaje que interpreta. No obstante, no sabemos si por esa metedura de mano de los productores que mencionaba anteriormente, tanto el personaje de Moore como el de Page quedan un poco unidimensionales y las actrices no pueden hacer más de lo que hacen para moldearlos. 

Si las actrices aquí representan el drama más íntimo de la historia, los actores se hacen con la parte más política. Mientras Laurel y Stacie luchan por permanecer el mayor tiempo juntas, el abogado Steven Goldstein y el compañero de patrulla de Hester, Dane Wells, luchan por que a la inspectora se le conceda el mismo derecho que a cualquier compañero del cuerpo: dejar su pensión a su pareja. Dane Wells es interpretado por Michael Shannon. Ocurre algo con Shannon y es que nos tiene tan acostumbrados a personajes impertérritos que ya no podemos saber cuanto es interpretación y cuanto él mismo. Lo cierto es que le sienta como un guante la piel de Wells, ese hombre recto que, sin buscarlo, se vuelve un activista, cuando en un principio solo quiere ayudar a su compañera. Steve Carell es otra historia. No me cansaré de decir que estamos ante uno de los mejores secundarios de Hollywood y que en cada trabajo demuestra un poco más de lo que es capaz. Por su interpretación de Goldstein, he llegado a leer comentarios sobre que se muestra demasiado amanerado, histriónico y que incluso ridiculiza el personaje. Supongo que esas opiniones vienen de personas que no saben que Goldstein instó al actor a exagerar cada movimiento, cada frase, buscando siempre la provocación, pues así es cómo es él, un abogado serio y de renombre que busca la repercusión mediática incomodando al interlocutor. 

Freeheld, un amor incondicional pudo haber sido mejor de lo que es, de eso no hay duda. Su historia, la humildad de su producción, todo ello hubiese casado más con la libertad que en ocasiones da la televisión. Es una película que hubiese funcionado de maravilla siguiendo la senda de The Normal Heart o En el filo de la duda, con la libertad que a menudo otorga la televisión para narrar con la honestidad que no siempre permite la pantalla grande. Aun así, Freeheld, un amor incondicional es una historia digna de ser oída, con el eco de reivindicaciones tan necesaria en los tiempos que corren.

1 COMENTARIO

  1. La he visto y se queda como a medias, obtura el mensaje de alguna manera. Si la hubiese hecho yo (?) hubiese quitado algo de ruido. La historia sí me parece que está bien contada

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