viernes, abril 19, 2024

Crítica de ‘Eddie, El águila’: Cómica adaptación para el lucimiento de Egerton

Las críticas de Óscar M.: Eddie, El águila

Con las credenciales de tener a los productores y al protagonista de Kingsman: Servicio secreto y basarse en la vida de Michael Edwards, llega a los cines Eddie, El águila, la versión cinematográfica de la hazaña de Edwards para intentar convertirse en campeón olímpico.
El director de Will Bill y Amanece en Edimburgo, Dexter Fletcher, adapta las aventuras de Eddie en forma de comedia, consiguiendo ganarse al público en los primeros minutos a base de los golpes y las caídas del protagonista durante su infancia, mientras intenta destacar en alguna disciplina que le permita competir en los Juegos Olímpicos.
Para el papel del protagonista en edad adulta, los productores han contado con Taron Egerton, con quien ya habían trabajado en Kingsman y que aquí demuestra su trabajo para mimetizar los gestos del Michael original, y aunque su arrugada expresión facial en ocasiones pueda parecer que roza la parodia, en ningún momento se intenta ridiculizar al atleta. La historia y la interpretación de Egerton son siempre correctas y buscan más el homenaje, además del lucimiento del actor.
Casi de la misma forma, el personaje interpretado por Hugh Jackman está escrito para que el actor brille, destaque y demuestre que es capaz de hacer algo más que interpretar a Lobezno o perderse de vez en cuando en una superproducción de poco éxito comercial. Jackman representa al clásico deportista venido a menos y reciclado en entrenador que tantas otras veces hemos visto en películas de temática deportiva, aunque la corrección del guión impide que el personaje esté metido con calzador.
Los avances tecnológicos han conseguido que el espectador esté en todo momento «dentro» de la experiencia. Gracias no sólo a los efectos digitales (los cuales dejan un poco que desear solamente en la escena del salto del personaje del entrenador), también por colocar la cámara en el propio saltador o los planos con grúa y drones, alcanzando una nueva perspectiva y un golpe de aire fresco para las películas basadas en competiciones deportivas.
La música de Matthew Margeson también juega un papel importante en la historia, acompañando a las imágenes con una composición poderosa, enérgica y llena de vitalidad, utilizando los acordes de «Jump» (de Van Halen) durante casi todo el metraje como puente entre los temas instrumentales y como símbolo de superación del personaje, hasta su inclusión completa hacia el final de la trama.
Como adaptación al cine, y teniendo en cuenta las propias declaraciones de la propia persona en la que se basa la película, ésta sólo representa el 5% de lo que sucedió en realidad. Como ejemplo más significativo: el guión fabrica a los personajes ficticios de Hugh Jackman y Christopher Walken o la omisión de su trabajo enyesando paredes en una clínica para enfermos mentales para pagar su formación de saltador.
Como película, el guión de los debutantes Sean Macaulay y Simon Kelton consigue un producto más estable, fácil, cómodo y entretenido de ver que otras producciones basadas en hechos reales que simplemente se dedican a acumular escenas importantes en el camino del protagonista, con un argumento que lleva al espectador por el camino que quiere, con escenas poco forzadas y bien interconectadas.
Eddie, El águila saca la sonrisa al espectador y remueve su corazoncito gracias al trabajo de los actores y un guión que (aunque, al final, resulta sensiblero y un poco cursi) alcanza su objetivo: demostrar que los sueños (con constancia) se pueden cumplir.

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