jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘Nunca es tarde (Danny Collins)’: Si John Lennon levantara la cabeza

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Nunca es tarde (Danny Collins)

Han vuelto a hacerlo y no me queda más remedio que volver a quejarme a pesar de correr el riesgo de resultar demasiado reiterativo con el tema de los absurdos cambios de título que sufren muchas películas en España. La película Danny Collins, estrenada en marzo de 2015 en Estados Unidos, llega a la cartelera española y algún genio de su distribuidora ha decidido que era más conveniente que aquí se estrenara con el explícito título de Nunca es tarde. Título, que en cierto modo, podría ser acusado de spoiler. 

En 1971, Steve Tilston, un joven y prometedor cantante de folk inglés fue entrevistado por una revista musical inglesa en la que expresaba sus temores a que la fama y el éxito desvirtuaran su personalidad y su manera de entender la música. La entrevista fue leída por John Lennon a quien inspiró una carta que remitió a la revista para que se la hicieran llegar a Tilston, en ella, el mítico beatle explicaba al joven cantante que ser rico no tenía por qué cambiar demasiado su vida. La carta estaba firmada por John y Yoko y finalizaba con el número de teléfono del propio Lennon que se ofrecía así a que Tilston se pusiera en contacto con él. El caso es que la carta, por unas u otras razones, nunca llegó a manos de Tilston hasta que en el año 2010 fue encontrada y autentificada en los archivos de la revista. 

Este sencillo hecho real sirve a Dan Fogelman como punto de partida para escribir y dirigir una historia en la que pronto se aparta de la realidad para desarrollar un personaje y una vida de ficción. El personaje en cuestión es Danny Collins (Al Pacino), un cantante pop rock (un estilo a Neil Diamond para que se hagan una idea) que metido en la setentena sigue viviendo una vida de drogas, sexo y rock and roll con una pareja a la que triplica la edad (Katarina Čas) y un agente musical y amigo (Christopher Plummer) que sigue exprimiendo la gallina de los huevos de oro a base de lanzar discos recopilatorios de grandes éxitos y organizar multitudinarias giras de conciertos en los que nostálgicas setentonas comen golosinas mientras bailotean al compás de las viejas canciones de su juventud cantadas por Danny Collins con tanta profesionalidad como desgana. 

Todo esto que he contado no ocupa más que los primeros cinco (o diez) minutos de película. A partir de aquí, Dan Fogelman se pierde en convencionalismos para realizar una comedia dramática con hijos no reconocidos, enfermedades incurables, niñas hiperactivas, amistades traicionadas, buenas intenciones, amores de senectud, renacimientos, recaídas, redenciones, culpas, rencores, y vuelta a empezar. 

A Fogelman, que debuta en la dirección de largometrajes tras labrarse una reputada trayectoria como guionista al servicio de Disney y Pixar, se le va la mano con las gracietas del personaje protagonista que Pacino interpreta con solvencia en un papel que física y actoralmente le como anillo al dedo, aunque mejor le iría si estuviera más dotado para cantar y la película pudiera explotar ese talento. Las dos canciones que Pacino interpreta a lo largo de la película pasan sin pena ni gloria. Ambos, Fogelman en la dirección y Pacino en la interpretación llevan sus respectivos trabajos por el camino trillado sin asumir un ápice de riesgo. El guion, demasiado amable, reserva sus mejores líneas para las secuencias entre Al Pacino y Annette Benning que flirtean con más gracia que química. 

El resto de los intérpretes resultan igualmente solventes, Bobby Cannavale y Jennifer Garner (hijo y nuera de Collins) cumplen con lo que se pide de ellos en unos personajes poco desarrollados por un guion perezoso. La niña de ambos resulta insoportable pero como es lo que el guion pretende habrá que darlo por bueno. 

Más apostura y matices ofrece Christopher Plummer que a sus 86 años parece estar viviendo una segunda juventud que le llevó incluso a ganar el Óscar hace seis años por Beginners (Mike Mills, 2010). Resulta reconfortante ver al Coronel Von Trapp de Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965) desplegar su elegancia y dar lustre a una película que queda muy lejos del drama crepuscular sobre una vieja gloria de la canción que podía haber sido de haber caído en manos de un director con peores intenciones y más talento (Martin Scorsese es el primero que se me viene a la cabeza).

Las historias de redención tardía ya nos las han contado muchas veces y Nunca es tarde no aporta nada nuevo. A caballo entre el falso biopic sobre una estrella de la canción y un musical fallido se queda en una película entretenida, inofensiva y demasiado complaciente. Ideal para pasar una tarde sin complicaciones pero no apta para espectadores exigentes.


1 COMENTARIO

  1. Últimamente estoy pesado con los carteles. Pero vi el cartel y me hice una idea preconcebida. Leo la crítica y me doy cuenta de que resulta que era preconcebida pero acertada. Desconfiad de los carteles en las que salen maduros famosos riendo rollo "la vida aún tiene sentido a los 70". Ya la habéis visto.

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