sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Carol’: Melodrama a la vieja usanza

Las críticas de Cristina Pamplona «CrisKittyCris»: Carol

Estreno esperado. Una adaptación de una novela de la reina del misterio, con permiso de Agatha Christie, Patricia Highsmith. Seis nominaciones a los Oscars. Dos actrices magníficas. Críticas positivas. ¿Qué puede salir mal? Carol tenía todos los ingredientes para entusiasmarme y, sin embargo, llevo una semana preguntándome a qué viene tanto ruido.


Ambientada en 1952, Carol cuenta la historia de Therese Belevet, una dependienta de unos grandes almacenes que conoce y se enamora de una mujer mayor. Esta mujer, Carol Aird, es una recién divorciada que lucha por mantener la custodia de su hija, de quien pretenden separarla con el argumento de que Carol es lesbiana. Fascinadas la una por la otra, deciden pasar las Navidades juntas en un viaje por carretera hacia el oeste.

El director Todd Haynes que saltó a la fama por su inmersión en el mundo del glam setentero en Velvet Goldmine, y que tan buenas críticas cosechó con el caleidoscópico retrato que hizo de Bob Dylan en I’m not there, se adentra con Carol en el género del melodrama, como ya hiciese hace trece años con Lejos del cielo, descubriendo su fascinación por las relaciones reprimidas en una década tan conservadora como los años 50. Sí en Lejos del cielo narraba una relación interracial, en Carol relata el despertar sexual de una joven al enamorarse de otra mujer.

Phillys Nagy se hace cargo de la adaptación a guión tomándose ciertas libertades con el texto de Patricia Highsmith. Estamos ante un melodrama con final feliz, algo que la autora echaba de menos en la literatura lésbica de la época que con frecuencia retrataba a las protagonistas como reprimidas y depresivas. No obstante, no es una historia feliz. El gobierno de Eisenhower estuvo marcado por un «regreso a la decencia» donde la homosexualidad no tenía lugar. La película tiene el sabor de los melodramas de la época en la que está ambientada, a películas de Douglas Sirk como Imitación a la vida o Solo el cielo lo sabe.

El reparto está presidido y casi monopolizado por sus dos actrices protagonistas. Cate Blanchett está estupenda, como no podía ser de otra forma. Carol es una mujer fría, pero magnética y Blanchett se convierte en toda una Lana Turner. Sin embargo, y a pesar de su impresionante atractivo para la cámara, no puedo sino pensar que esta es en realidad la historia de Therese, y Rooney Mara consigue con su personaje el mejor trabajo de su carrera sumergiéndose en esa mujer que hace un viaje interior en busca no solo de su sexualidad sino de su propia identidad. Se debe hacer mención también a los dos personajes secundarios. Kyle Chandler, que picotea aquí y allá papelitos en grandes producciones, interpreta al marido de Carol, y es de agradecer que no se cometa el error de convertirle en villano de la historia, sino que se mantenga como un hombre triste y perdido entre el amor a su mujer y los principios morales en los que vive. Sara Paulson demuestra en su papel de Abby, mejor amiga de Carol, que su talento va más allá de las producciones televisivas de Ryan Murphy.

La fotografía de Edward Lachman se llena de texturas y, junto a un elaborado diseño de vestuario y de producción de manos de Sandy Powell y Judy Becker, nos lleva a la década de los cincuenta sin que la estética de la película robe protagonismo a la historia. Las multitudes en los grandes almacenes los días previos a Navidad, los salones de té de los hoteles repletos de gente pasajera, todo tiene un carácter casi pictórico, como de simples escenarios. Carter Burwell hace poesía de la banda sonora con piezas que mezclan piano, instrumentos de viento y, ocasionalmente, arpa. El resultado es delicado e íntimo.

¿Por qué entonces no me entusiasmó Carol? Ni yo misma puedo explicarlo, pero lo cierto es que más allá de la sensibilidad que cada una de sus piezas desprenden, no encontré un puzle nada emotivo. No pude evitar compararla con Las horas de Stephen Daldry, y todos sabemos que las comparaciones son odiosas. Carol es una bellísima película en lo que a aspectos técnicos se refiere y relata una historia de amor valiente y poderosa que abandera la dignidad, pero su ritmo lento sin cúspides argumentales hace que toda la sensibilidad que rezuma esté carente de la emoción que, tal vez erróneamente, esperaba.

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