viernes, marzo 29, 2024

Crítica de ‘Anomalisa’: Charlie Kaufman lleva su mundo particular al cine de animación

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Anomalisa

Desde los albores del cine, son muchos los guionistas que han terminado por una u otra razón decidiéndose a dirigir ellos mismos sus propios guiones, en la mayor parte de los casos, decepcionados por lo que otros directores hacían con ellos. Son célebres las trifulcas que Billy Wilder tuvo con Mitchell Leisen por los destrozos que el director ocasionó en muchos diálogos de Medianoche (1939) y, fundamentalmente, de Si no amaneciera (1941). Tampoco debió de quedar muy contento Woody Allen con la dirección que Herbert Ross hizo con su obra teatral (y posterior guion) Sueños de un seductor (1972) aunque no lo aireó tanto como Wilder que siempre que tuvo ocasión puso a parir a Leisen. El resultado es que Billy Wilder y Woody Allen, dos de los mejores guionistas de la historia del cine (entre los dos acaparan con sus guiones 28 nominaciones al Óscar y 6 estatuillas) se convirtieron en grandísimos directores (incuestionablemente también entre los mejores de la historia del cine) que han engendrado obras maestras inolvidables. 

Uno de los más aclamados guionistas de lo que va de siglo XXI (aunque técnicamente su primer guion sea de 1999) es Charlie Kaufman, uno de esos tipos raros, geniales e iconoclastas con los que solo cabe conectar o permanecer impermeable a su imaginario de ensoñaciones y poesía. Aquel citado año, 1999, fue el de su debut con el guion de la aclamada Cómo ser John Malkovich que supuso además el debut de su director, el también singular Spike Jonze, con quien congenió lo suficiente como para volver a dejarle dirigir tres años después otro de sus guiones, el de Adaptation El ladrón de orquídeas (2002). Pero quizá su mayor éxito, de hecho le hizo ganador del Óscar al mejor guion original, vendría dos años después con Eternal Sunshine of the Spotless Mind (con esa preciosidad de título, en España algún inepto decidió titularla ¡Olvídate de mí!) dirigida por otro marciano del cine, el francés Michel Gondry que ya había dirigido previamente el segundo guion de Kaufman, Human Nature (2001). 
A pesar de que con ambos, Jonze y Gondry, Charlie Kaufman tuvo un buen entendimiento, cosa que no ocurrió con Georges Clooney que dirigió su guion para Confesiones de una mente peligrosa (2002); en 2008 sorprendió al presentar su primera película como director, la extraña y poco conocida Synecdoche, New York protagonizada por el añorado Philip Seymour Hoffman.
Siete años después, Kaufman se une al especialista en películas de animación Duke Johnson para codirigir juntos Anomalisa, una pequeña joya del cine animado que causó admiración en el pasado Festival de Venecia donde recibió el Gran Premio del Jurado y recientemente ha sido nominada al Óscar a la mejor película de animación. Y si bien es cierto que en Anomalisa encontramos una estructura demasiado sencilla para tratarse de un guion de Charlie Kaufman (los tres actos clásicos con planteamiento, nudo y desenlace son perfectamente reconocibles) la historia que nos cuenta y su personaje protagonista tienen muchas de las señas de identidad que hacen reconocible su cine. 
En sus guiones suelen habitar personajes masculinos atormentados por un vacío existencial que les lleva a la introversión y a un coqueteo con la soledad de la que nunca está claro si quieren huir o abrazar. El John Cusak de Como ser John Malkovich, el Nicolas Cage de Adaptation o Jim Carrey en Eternal Sunshine of the Spotless Mind son buenos ejemplos de este tipo de hombres con los que Kaufman explora (y explota) una masculinidad dotada de sensibilidad muy particular que el cine actual parece querer negar al hombre heterosexual al que sólo reserva el arquetipo macho/triunfador/héroe de acción pero sin hueco para unos sentimientos que parecen patrimonio exclusivo de los personajes femeninos o gays.

Si en Synecdoche, New York, el protagonista era un director teatral que no encontraba sentido a la vida, Anomalisa está protagonizada por otro hombre presa de la angustia vital llamado Michael Stone, un especialista en motivación a empleados que trabajan en servicios de atención al cliente que viaja a Cincinnati para ofrecer una conferencia basada en su exitoso libro sobre el tema. 

A pesar de que está (en apariencia) felizmente casado y con un hijo, se muestra como un hombre taciturno, aburrido, melancólico, hastiado de la vida e irremediablemente solo. Durante su noche de hotel en Cincinnati previa a su presentación vivirá una auténtica odisea huyendo de su atormentada soledad acrecentada por su incapacidad para diferenciar los rostros de la gente que le rodea a la que ve con los mismos rasgos y escucha con la misma voz. El nombre del Hotel en el que se aloja, «Fregoli», hace referencia a un síndrome neuropsiquiátrico (un delirio en toda regla) que caracteriza a sus pacientes por creer que personas diferentes son en realidad la misma persona que cambia su apariencia sin modificar su rostro. 
Es por esto que en el film sólo escuchamos tres voces diferentes, la del protagonista Michael a quien da voz el actor británico David Thewlis, la de la protagonista femenina, Lisa, doblada por Jennifer Jason Leigh y la de todos los demás personajes (ya sean masculinos o femeninos, adultos o niños) que hablan con la voz de Tom Noonan
Pero no es el nombre del hotel el único truco lingüístico, el propio título del film es en realidad un juego de palabras entre el nombre del principal personaje femenino, Lisa, y la palabra anomalía con la que siempre se ha identificado a sí misma. 
Filmada con la técnica de la animación stop-motion utilizando unas realistas y un tanto siniestras marionetas, Kaufman consigue elaborar un auténtico drama existencial con la impronta de su árido sentido del humor que queda fuera del alcance del espectador medio. Desconozco porqué decidió filmar mediante esta técnica un guion que perfectamente podría haberse realizado con actores reales, pero conociendo un poco la trayectoria de su director, imagino que la inquietud creativa y el deseo de experimentar con nuevas técnicas le ha llevado a unir su talento con el de Duke Johnson, especializado precisamente en la técnica de stop-motion. 
El acabado formal de la película es asombroso teniendo en cuenta lo artesanal de la técnica en unos tiempos en los que la animación parece totalmente entregada a la creación digital. Esta excelente factura, el inteligente guion y la inquietante música de Carter Burwell hacen de Anomalisa un brillante film que podría hacernos pensar en sus posibilidades de alzarse con el Óscar de animación, pero salvo sorpresa mayúscula no va a ser así, este es el año de esa auténtica obra maestra llamada Del Revés (Inside Out) que se llevará sin discusión la estatuilla a las vitrinas de la Pixar
Que esta última referencia no lleve a nadie al equívoco. Anomalisa debería llevar en su cartel una etiqueta que a modo de medicamento pusiera “manténgase fuera del alcance de los niños”; estamos ante una película de animación para adultos, que nadie lleve a sus hijos pequeños a verla a menos que quiera llevarlos al día siguiente a la consulta de un psicólogo infantil.

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