El compositor americano, poseedor de un estilo inconfundible, ha estado ligado a la música del cine desde principios de los 80 y nos ha regalado momentos inolvidables. Su estilo hace un uso abundante de instrumentación y líneas melódicas superpuestas para crear fantasías sonoras que inundan la percepción y nos trasladan a los universos fantásticos que con tanta maestría recrea. De hecho, la mayor y mejor parte de su obra se desarrolla entre criaturas fantásticas y mundos míticos. Es en estas obras, y a través de la visión de ciertos directores, donde Elfman se recrea y expande el propio universo de la película hasta hacerlo trascender el celuloide.
Recorriendo su obra, encontramos algunos trabajos poco conocidos a principios de la década de los 80 como La Zona Prohibida y La Gran Aventura de Pee-Wee. En estos primeros trabajos encontramos a un Danny Elfman que aprovecha historias menores para comenzara a desarrollar un estilo que alcanzará su cénit muy pronto.
Un año después, en 1989, Danny Elfman pone acompañamiento musical al hombre murciélago en la magistral Batman de Tim Burton. Será precisamente del tándem Burton-Elfman del que nazcan las mejores obras del compositor americano y de la música del cine. De nuevo encontramos un score descriptivo y evocador pero en esta ocasión la fantasía da paso a la oscuridad e, incluso, a la aspereza en melodías donde la tonalidad refleja las sombras de un ser que vive y se vale de ellas para hacer justicia. El ambiente barroco de la película encuentra su eco en una composición repetida e imitada muchas veces a lo largo de los años y en un icono comparable al de la batseñal.
En 1990, encon
En 1991, Eduardo Manostijeras reencuentra a Danny Elfman y la fantasía más evocadora. De nuevo un cuento de hadas articula melodías de gran intensidad y un acabado casi perfecto. De nuevo junto a Tim Burton, una unión que, como ya mencionamos, daría mucho que hablar en los años siguientes.
Aún nos queda mucho que contar sobre este genial compositor.
¡Hasta pronto!